San Isidro de Pérez Zeledón, San José
15 de marzo de 2024
Mi nombre es Sianeth
Granados Monge, tengo 34 años. Nací en Pérez Zeledón en 1989, pero mis papás
vivían en Buenos Aires de Puntarenas cuando nací. Viví prácticamente 23 años en
Buenos Aires y luego me vine nuevamente a San isidro. Ya tengo 11 años de estar
acá.
Inicialmente mi papá se
fue a trabajar en la empresa de Pindeco empacando piñas, por eso se trasladó
para allá, porque no tenía trabajo. Ahí él empezó a ahorrar y ahorrar, hizo
un mini super, luego empezó a hacer apartamentos de alquiler poquito a poco y
renunció a la empacadora, porque ya se dedicaba a su negocio que fue creciendo.
Ahora el mini super tiene más de 30 años y él tiene 13 apartamentos en Buenos
Aires.
Mi papá siempre dice que
él no quería depender de nadie, no quería depender de ningún jefe,
entonces dijo: “lo que voy a hacer es ahorrar”, y de verdad él dice que mi mamá
era la que le guardaba la plata, porque nada de banco. Ellos guardaron la plata
y poco a poco se hicieron una mini pulpería, en realidad fue una mini pulpería
lo que se hicieron al principio, porque era un cuadrito atrás de donde ellos
vivían, y ya luego les empezó a ir bien. En ese momento nosotros no habíamos
nacido, ellos se fueron para allá cuando se casaron y luego mi mamá venía a San
Isidro al hospital a tenernos a nosotros, porque aquí es un hospital y allá era
clínica todavía. Yo nací en Pérez Zeledón, pero ya mis papás vivían en Buenos
Aires. Entonces cuando ya tuvieron a mi hermana mayor, todavía vivían en una
casita bien chiquitita. Luego les empezó a ir bien, entonces pasaron la
pulpería a otro lugar, hicieron otra casita, por decir así, que ya era la pulpe
y empezaron a agrandar y empezó mi papá con ideas de hacer apartamentos,
porque él veía que de la empacadora había muchas personas que venían de otros
lugares que ocupaban rentar, entonces él empezó a hacerlo. Entonces renunció.
La pulpería ahora es un mini super que lo tiene alquilado porque quiso
pensionarse, por decirlo así, se fue a vivir a una zona fría cerca de Pérez
Zeledón, porque ellos ya querían ya descansar un poco, tenían muchos años de
estar en ese negocio.
Somos tres hermanas, yo
soy la del medio. Tengo una hermana cinco años mayor que yo. Toda la
niñez y la adolescencia estuvimos en Buenos Aires, hasta que me casé me
vine a vivir acá con mi esposo. De mis hermanas, una también vive acá en Pérez
Zeledón porque trabaja acá y la otra sí vive en Buenos Aires.
Nuestra infancia fue buena económicamente, no
fue nada mal. Obviamente no fue de millonaria tampoco, pero nunca sufrimos
hambre o cosas así, siempre contábamos con lo que necesitábamos, gracias a Dios
y a mis papás, que siempre estuvieron presente ambos. Pasábamos mucho jugando
bola, fútbol con mis vecinos; teníamos muchos vecinos y jugábamos. Llegábamos
de la escuela y lo que hacíamos era cambiarnos y jugar bola toda la noche, ya
como al final en la noche era que mi mamá me pasaba para la casa a bañarme y a
dormir.
La escuela también fue
muy bonita. Estudié en la Escuela Santa Cruz de Buenos Aires donde había mucha pobreza, muchos chiquillos con
pobreza, también indígenas que venían de Salitre y de Ujarrás a estudiar,
querían aprender de una escuela porque en Salitre hay escuelitas también de
zona indígena, pero ellos querían aprender bien el español, entonces llegaban
ahí. Era una escuela muy bonita donde uno jugaba demasiado. Todavía tengo
contacto con compañeros de la escuela en un grupo de WhatsApp, fue un grupo muy
unido.
En Buenos Aires nosotros vivíamos por el hospital. Ahora eso
está muy muy poblado, pero en ese momento había menos casas, había bastantes
zonas verdes, todavía se escuchaba de muchos chiquillos que venían de lejos
caminando para llegar a la escuela, esas cosas que ahora en una zona urbana no
se ven, o sea, entonces estaba entre lo rural y lo urbano. Se suponía que esa era la parte urbana de
Buenos Aires pero seguía siendo un poquito rural.
En
la escuela la relación con los indígenas era buena, nada más que eran personas
muy tímidas, entonces ellos más bien eran los que se cerraban, tal vez por
temor a que uno los fuera rechazar o fuera a ser grosero o algo así… Ellos como
que se apartaban mucho, eran muy callados, muy tímidos, se avergonzaban de
absolutamente todo, entonces a uno le costaba relacionarse con ellos, pero yo
tuve una amiga muy cercana, que mi mamá siempre me decía que le regalara ropa y
ella venía de esa zona. Ella venía a mi a casa a pasear y cositas así, entonces
con ella sí tuve una buena amistad, una amistad más cercana. Con otras siempre
estuvo eso, que ellos son los que no hablan, y uno como chiquito no se da
cuenta de que necesitan que uno les ayude, que uno les colabore para que hablen,
uno se queda nada más en que ella no habla y nosotros seguimos en nuestro
jueguito y en la loquera con ese montón de amiguitos que teníamos, porque sí
fuimos todos los compañeros --todavía lo decimos--, muy unidos.
Con mis hermanas la
relación siempre fue muy bella, con la hermana menor fue con la que más
peleamos, pero peleas de la casa que pasábamos agarrándonos siempre. Ahora ella
fue la que me ayudó mucho para el nacimiento de mi hija mayor, ella fue la que
estuvo conmigo presente en todo ese proceso, porque tuve una depresión posparto
y de hecho no era capaz ni siquiera de alzar a mi bebé. Ella se vino a vivir
conmigo, estuvo dos años conmigo; estaba con mi esposo, pero él trabaja,
entonces ella estuvo dos años cuidándonos a mí y a mi hija mientras yo me
recuperaba, fue de gran ayuda. Siempre hemos estado las tres para ayudarnos,
siempre escuché que hay hermanas que pelean, para mí siempre ellas han sido las
personas con las que si yo necesito apoyo, siempre lo voy a tener, igual al
contrario.
La "niña" que más recuerdo
es la de kínder, porque kínder yo lloraba demasiado, no quería adaptarme y lo
que hacía era llorar y llorar para que me devolvieran a mi casa. La "niña" me
ayudó mucho, la profesora de kínder. Yo la quería demasiado, pero aún así no me
quedaba con ella, fue un año terrible para mis papás porque yo lo que hacía era
llorar y llorar y me iban a dejar a mi casa o me dejaban ahí llorando a ver si
me adaptaba. Me costó mucho, pero en primero de escuela me adapté un poquito
mejor. También recuerdo a la maestra de sexto, muy linda y especial. De hecho mi hermana mayor, que también es educadora, fue colega de ella y tuve la
oportunidad de volver a tratarla por ese hecho.
En
la escuela tuve en general buenas notas, pero en primero me fue muy mal porque
hubo dos o tres meses en que nos fuimos a Limón por un proyecto de mi papá.
Allá me pusieron a escribir en letra cursiva y me enseñaron a leer. Cuando
entonces llego aquí, a primero, y todo era al revés, no sabía
escribir en script, fue todo un cambio y un proceso, pero luego me adapté. Siempre
fueron notas buenas. Decía mi mamá que ella no se preocupaba por mí porque no
teníamos ni que estudiar ni nada, no eran notas excelentes de 100, pero 80, 90,
iba bien. Yo lo veo ahorita y digo que son notas muy buenas. En la escuela
siempre andaba metida en las actividades, me tomaban en cuenta, yo era la que
guiaba actos cívicos, salía en dramatizaciones, bailaba… Era muy activa. Me gradué de primaria en el 2001.
En el 2002 entré al Colegio
Técnico Profesional de Buenos Aires, ahí estudié cuatro años. Luego una amiga
mía, una amiga de las que habíamos hecho juntas la escuela (ella se quedó en
cuarto grado y yo pasé a quinto), se pasó al colegio nocturno para recuperar
ese año que había perdido, entonces yo me pasé también al nocturno. Mi
bachillerato lo terminé en el colegio académico nocturno de Buenos Aires.
Los compañeritos que
fuimos juntos de la Escuela Santa Cruz nos dispersamos, porque el CTP es un
colegio bastante grande, ahora son como 1.300 estudiantes, una cosa así. Antes
iba todo Buenos Aires, ahorita ya hay otro colegio, pero en ese tiempo todavía
era solo ese colegio.
Cuando llegué al colegio
sentí como un bajonazo de autoestima, fue algo así como un frenazo y ya no me
metí en nada del 15 de septiembre, que siempre me metía, todo me daba vergüenza…
Obviamente también está la adolescencia. Hubo un cambio bastante grande en eso,
en la timidez, me entró un poco de timidez. En Buenos Aires está la escuela
Rogelio Fernández Güell, que es la más céntrica, y había otras escuelas en las
que los chiquillos se sentían más importantes que uno. Al principio lo hacían a
uno sentir: “vienen de Santa Cruz, qué polas”, pero al final yo hice como mi
grupito de amigas, mis amistades …
En séptimo éramos cinco
amigas; pasamos a octavo y todas se quedaron, solo yo pasé, pero me tocó
presentar matemáticas y gracias a Dios pasé. El cambio fue muy brusco porque en
la Escuela de Santa Cruz nosotros no veíamos inglés y en el colegio, sí. También
con las matemáticas fue bastante complicado. Además era pasar de la escuela, que
era de 7 a 11 de la mañana, a pasar de 7 a 4:30 de la tarde. Pero al final me
adapté. Entonces llego a octavo y no conocía casi a nadie. Siempre he sido muy
buena para relacionarme con las personas, entonces rapidito ya tenía mis
amistades. Otra vez me hice de un grupo muy bonito, y ya con las de octavo fue
con las que llegué hasta cuarto. Nos encantaba ir a jugar voleibol, básquet,
nos íbamos para el cole en las tardes libres a jugar básquet o voleibol o a
veces nos reuníamos donde una amiga a ver alguna película y comer galletas.
En quinto me pasé al
nocturno, ahí pude andar detrás de mi mejor amiga, pero también tuve que hacer
amigas porque ella estaba un grado más abajo que yo, era para vernos en el
recreo, pero ya cada una teníamos nuestras amistades.
Cuando me pasé al nocturno, mis papás me
dijeron: “La pasamos, pero usted nos tiene que colaborar”, porque ya mi hermana
mayor estaba en la universidad, entonces ambas en el día estábamos en la casa. Las
dos juntas teníamos que hacer limpieza en la casa, hasta mediodía estar en casa
ayudándole a mi mamá con todo, y de 12 a 3 de la tarde atender en el mini súper.
Estuve un año en el
colegio nocturno y luego entré a la universidad, que también era en la noche.
Entré a la Universidad Latina en San Isidro, empecé estudiando terapia física,
no educación especial, que es mi carrera.
Yo dije: “quiero que mi
carrera sea algo en lo que yo pueda ayudar, que pueda ayudar y más si son
personas con discapacidades.” Siempre tuve claro que el objetivo era ese.
Quería no solamente una empresa donde yo generara plata, sino también que ayudara
a las personas con mi trabajo. Esa era mi idea. Algunos compañeros me hablaron
de terapia física y me gustó. Entonces fui investigando y vi que la daban en la
Latina. Un muchacho que estudiaba eso me dijo que era muy bonito y entonces,
bueno, fui a matricular eso.
A las a las 3 de la tarde agarrábamos el bus de Buenos Aires, llegábamos casi a las 5 a San Isidro para irnos sopladas porque las clases entraban a las 5. Llegábamos un poquito tarde, tal vez cinco o diez minutos tarde, pero ya ellos sabían por qué, y después, de vuelta, teníamos que pedir permiso para salir de la universidad a las 9:30, porque a las 9:45 salía el bus para Buenos Aires. Íbamos llegando a la casa a las 11 y resto, 11:15 de la noche, era bastante duro, bastante complicado. Gracias a Dios nunca tuvimos ningún percance de nada, pero sí tomábamos las medidas necesarias. Nosotras --digo nosotras porque en un momento también estuvo mi hermana-- lo que hacíamos era que agarrábamos el bus de Buenos Aires, llegábamos al centro y del centro agarrábamos un taxi para la universidad, que en ese momento era en el Liceo UNESCO, y luego un taxi para el centro… Y cuando llegábamos a Buenos Aires agarrábamos un taxi para la casa, o sea, siempre teníamos que coger taxis por miedo a caminar a esas horas de la noche.
Estuve dos años llevando
terapia física, pero en eso mis compañeros empezaron a estudiar otras cosas
porque no había demanda laboral de terapia física, es muy difícil. Además yo
empecé a trabajar en una empresa que se llama Zermat, que es de venta de
cosméticos por catálogo. Trabajaba en la parte de facturación, atendía a las
señoras que venden por las calles con los catálogos, trabajaba en el centro
donde están los productos, yo les facturaba a ellas, les vendía el producto y
ellas salían con el producto a venderlo.
También empecé a
trabajar por ayudar a mis papás porque sentí que ocupaba pagarme mis cosas.
Tenía creo,que 18 años cuando empecé a trabajar. Me
salió la oportunidad, pero no creí que me fuera a afectar tanto en mi carrera
por los horarios. A raíz de eso fue que empecé a estudiar Educación Especial,
lo que ahora estoy ejerciendo. Con el trabajo los horarios ya no me
funcionaban, había materias que no podía llevar, entonces lo que hice fue dejar
terapia física, que era en Pérez Zeledón, e inicié Educación Especial, que me
llamaba mucho la atención también porque era parte de lo mismo. Y la empecé a
llevar en la UISIL, ahí mismo en Buenos Aires, donde el horario sí me
daba. Yo trabajaba hasta las 5:30 de la
tarde, entonces me quedaba perfecto porque entraba a la 6 de la tarde.
Sentí mucho cambio de la
Universidad Latina a la UISIL, la sentí más flojita. En mi mente yo decía:
“estos trabajos no me parecen, siento que puedo ver más…” Porque si, al
principio era muy mediocre, para ser sincera. Entonces por aparte yo empecé a
estudiar más, porque siempre me ha gustado aprender más. Pero ahí me fui
adaptando y conforme pasaban los cursos también vi que ya eran un poquito más
llamativos y me fui enamorando. Siempre
estudié con mucho amor, con muchas ganas.
A veces, en el receso
(nos daban recesos como de media hora) nos íbamos juntos a la cafetería a
tomarnos algo… También nos daban la hora de almuerzo los sábados --porque
estudiábamos los sábados-- entonces a veces algunos compañeros nos íbamos
juntos almorzar, no íbamos para las casas sino que salíamos a almorzar juntos,
a hablar y a vacilar… No es la misma relación, una amistad tan grande como en
una escuela o en el colegio, pero siempre existe la parte humana… Los
profesores en la UISIL, eso sí, cada profesor tenía una parte humana muy
hermosa, muy grande, y ellos siempre nos decían: “hacen exposición y refrigerio
para que en el refrigerio estén todos juntos, tengan un momento donde todos se
relacionen”, para que no sea solo estrés, solo trabajar. Nos daban ese espacio
para que nos relacionamos un poco más. Todas las semanas había refrigerio,
porque en cada exposición uno llevaba el refrigerio. Era una parte muy bonita
que desarrollaban en la UISIL
En la UISIL fueron tres
años y ocho meses de estudios; al final en Terapia Física siempre terminé el
bachillerato; tengo un bachillerato en Terapia física y en Educación Especial
sí tengo la licenciatura. Terminé la licenciatura con 24 años y estaba
embarazada cuando terminé. Me casé en el 2012 y la licenciatura la terminé en
el 2013. En la graduación, que se hace como seis meses después, ya iba a
explotar. Mi graduación fue en agosto y mi hija nació en septiembre. Fue
increíble eso. Apenas terminé sin tener que estudiar con bebé, que es algo tan
difícil.
Cuando me casé, me vine para San Isidro y obviamente renuncié. Mi esposo
trabaja en Zermat, mi suegra es la encargada de todas las Zermat en la Zona Sur
y mi esposo siempre ha trabajado con ella. Ella me dijo que podía trabajar en Zermat
de Pérez Zeledón, pero en ese momento salió una oportunidad de tener una venta
de ropa por afiliación y empezamos con eso. Yo empecé a buscar vendedores de
esa marca de ropa, pero económicamente no me daba lo que necesitaba, no me
estaba dando… Fue un año bastante difícil, yo prácticamente sin trabajo y mi
esposo con el salario de él nos tenía que mantener a las dos y una casa.
Tuve una depresión posparto cuando nació mi hija.
No sabría decir por qué porque yo la estaba deseando y mi esposo también, y
cuando vimos que era una chiquita fue más la felicidad porque nos encantaban
esa idea. Cuando ella nació fue un parto muy traumático. La chiquita pesó 3980
gramos, o sea, era enorme, era mi primer parto. Entonces yo duré desde 2 de la
tarde hasta el otro día a las a las 10 de la mañana con muchos dolores. Me
ponían suero y cada vez eran peor los dolores, y a la hora de ella nacer, yo no
tenía ni siquiera oxígeno. Me pusieron oxígeno y cuando ya la logré expulsar a
ella, pero a la fuerza me metieron unos codos a mí en la panza
para sacarla, porque la vieron ahogándose… Ella nació negrita negrita, casi se
me ahoga. Estuve internada una semana por esa misma situación. No la pude tener
en los brazos porque ella iba que se ahogaba, era prioridad la vida de ella. Esa
semana que estuve ahí fue muy deprimente porque yo la veía y a las 4 de la
tarde me decían: ya se tiene que ir, y tenía que dejar ahí a mi bebé, entonces
yo me iba llorando… Y ya cuando Ainhoa llegó a la casa, que fue a los 8 días,
me entró a mí esa angustia, esa ansiedad, y yo no era capaz de cuidarla, y que
no podía y que no podía y sentía que me ahogaba y que en todos lados estaba mal…
Cosas terribles pasé. Me empezaron a dar un tratamiento, pero al final me lo
cambiaron, era un tratamiento muy fuerte, entonces me lo cambiaron. Fueron como
tres meses terribles, muchas noches sin dormir, no dormía absolutamente nada y
ni siquiera podía cuidarla, de mamar casi no le daba, yo la agarraba y sentía
que me ahogaba, que no podía con ella. Entonces el psiquiatra dijo: es mejor
que usted esté bien y cuide a su hija y le de amor, a que le esté dando leche
materna que ni siquiera le está dando y más bien le está pasando muchos nervios…
Ahí fue donde él me cambió el tratamiento y fue el que me funcionó. Le tuve que
dejar de dar leche, pero ella ya estaba acostumbrada al chupón y a la fórmula,
entonces no pasó a más. Fue un proceso bastante difícil, ¡demasiado!, diría yo.
En ese momento gracias a Dios estaba sin trabajo para yo asimilar ese proceso.
Ahí fue cuando mi hermana se vino a vivir con nosotros, ella estuvo conmigo. Ahí
inventábamos cosas para vender, vendíamos de todo, hacíamos cosillas…
Ahí empezó angustia,
porque yo decía: “yo ya quiero trabajar en educación especial, ya yo quiero
trabajar…”, y no es tan fácil… Yo pienso que ahorita todas las carreras son
bastante complicadas, ya no es tan fácil conseguir trabajo como antes, y tenía
la licenciatura en el 2013 y pasé el 2014 sin nombramiento, 2015 sin
nombramiento.
Ya para el 2016 yo
estaba muy bien; duré esos años esperando en el MEP, buscando por todos lados
que me ayudaran. En el 2016 pasó que reubicaron a una señora del Colegio
Técnico Profesional de San Isidro porque se casó con un menor de edad. Eso fue
una noticia nacional. Ella era profesora de Educación Especial; yo vi la
noticia y dije: “Voy a ir a preguntar a San José a ver si me ayudan para hacer
esa reubicación”. Me fui pidiéndole a Dios, porque yo decía: “es aquí cerca de
mi casa”, y gracias a Dios me dieron ese trabajo. Era una reubicación de un año y se podía
extender, pero no se extendió. Ese fue
mi primer nombramiento.
Una profesora de Educación
Especial puede trabajar en una escuela o en un colegio. En la parte de colegio
se llama Plan Nacional de Educación Especial, hay el área de diversificada y
diversificada vocacional. Ahí los estudiantes tienen un nivel académico de
primer ciclo de escuela, o sea que no han avanzado, así estén en el colegio
tienen un nivel académico de primer, segundo o tercer grado de escuela por
discapacidad o por problemas de aprendizaje. Ahí se atiende personas con
autismo, con Síndrome de Down, con retardo mental, problemas de aprendizaje,
parálisis cerebral, cualquiera de esas discapacidades.
El CTP de San Isidro es
tan grande que en ese momento había 130 estudiantes en el área de Educación
Especial. Eran ocho grupos, cada uno como de 10 estudiantes más o menos. Me
enamoré de trabajar en el colegio, ellos ahí también aprenden la parte
vocacional, que es la de mis compañeros que les dan Hogar, le dan Maderas,
Artes Industriales. Entonces, al salir los chicos tal vez no saben leer ni escribir, pero hacen muebles de madera, o no saben leer ni escribir pero hacen piñatas.
Con eso ellos se van a defender cuando salgan del colegio: vendiendo piñatas,
vendiendo queques, vendiendo muebles de madera, haciendo cosas eléctricas… De
hecho, en ese tiempo el ICE contrató a unos estudiantes de ese colegio para
que trabajaran en la parte de electricidad. Fue increíble, fue una experiencia
bastante pesada, era mucho trabajo, había que hacer planeamiento para cada uno
en sus niveles.
Como parte de mi
formación yo hice un seminario y la práctica profesional, pero todo lo había
hecho en escuelas, porque cuando uno estudia educación especial se imagina en
una escuela, no tanto en un colegio, y mis amigas, mis compañeras, todas
trabajan en escuelas. En el CTP de San Isidro ya eran adolescentes. Algunos venían del PANI, o sea que no tenía papá
ni mamá, entonces el PANI era el que los mandaba al colegio, y algunos tenían
problemas de conducta, no querían aprender, no querían surgir en la vida… Tuve bastantes estudiantes del PANI aquí en
el CTP de San Isidro, o también de familias disfuncionales que solo viven con
la mamá y otros que solo vivían con el
papá, muy pocos. Normalmente vivían con la mamá. Tenía una chica con
discapacidad bastante severa con retardo mental y a ella la adoptó una familia porque los papás simplemente la abandonaron. Ellos la adoptaron, una chiquita
muy hermosa. Uno trabaja con ellos y se va a enamorar de ellos, es un amor
grande. Una siente que esos chiquitos la quieren y usted tiene que dar todo por
ellos, porque usted no sabe lo que pasa en los hogares, el maltrato que
reciben… Muchos ni siquiera hablan, no pueden expresar lo que sienten. Ahí tenía ese caso, esa señora siempre la
trató bien, la cuidó, la tenía bien cuidada, pero era un caso difícil ya que
por tener retardo mental no la adoptan, es una chiquita que viviría en la calle
después de los 18 años, ¿quién se va a hacer cargo de ella?
Gracias a Dios el
coordinador en el CTP es una persona muy especial y me ayudó muchísimo, me
explicó, me orientó hasta que me adapté o más bien le agarré el gusto… Trabajar
con adolescentes es algo que me encanta; tal vez nunca lo había pensado, nunca
creí ni siquiera que fuera capaz de hacerlo, y de hecho hasta el momento es con
los que más trabajo.
Ese primer año fue muy
enriquecedor, fue maravilloso. Tuve que aprender como las grandes, con 130
estudiantes, con grupos de diferentes niveles, diferentes situaciones… Lo
logré, los chicos se adaptaron también a mí, no solo yo a ellos.
En el 2017, trabajando
en el CTP de San Isidro, quedé embarazada de mí hijo. En una discusión que tuve
con un estudiante autista, un chiquillón de 18 años mucho más grande que yo, él
tuvo una crisis, entonces yo me angustié tanto que me puse a llorar y me
desmayé… Y yo dije: “qué extraño, esto no es mío, esto no va conmigo. ¿Será que
estoy embarazada?” Me hice la prueba y estaba embarazada.
Mi hijo nació el 31 de
enero del 2018, entonces gracias a Dios no me nombraron hasta en el 2019, ya
final de año me llamaron para ir a Bahía Drake. Era un mes de permiso en una
escuela en Bahía Drake, que está lejísimos de aquí, y yo dije: lo voy a hacer,
y me fui. Era una incapacidad, me fui con mi papá y me llevé mis cositas. Me
iba a llevar a mis hijos, iba a alquilar un lugar y una prima me los iba a
cuidar, pero yo fui con mi papá y cuando llegué, empecé a ver que había
culebras y que para sacar a mis hijos al hospital había que cruzar en bote… Yo
dije: “no, ¡se me muere un chiquito aquí!”,
y dije: “No, primero están mis hijos…” Y después renuncié, no pude. Mi
papá me decía: “hágalo, usted puede”, y yo: “no puedo, no por mí, sino por mis
hijos.” Yo decía “¿qué tal que a mis hijos los pique una culebra en este lugar
donde no hay como agarrar un carro, para irse en carro por montañas son horas…”
Entonces renuncié, el señor del MEP me llamó y me dice “¿por qué renunciaste?”
Yo le expliqué y me dice, “tiene toda la razón, está bien.”
En el 2020, que fue la
pandemia, me nombraron en una escuela de Biolley de Buenos Aires. Eso queda a
cuatro horas de aquí, pero yo estaba desesperada por trabajar y dije, “lo voy a
hacer”. Los últimos cuatro meses los trabajé en Biolley. Eran cuatro escuelas
en esa población: la escuela de Biolley,
la escuela de la Puna de Biolley, Sabalito y la otra se llamaba Colorado. Entonces
tenía que ir a las cuatro escuelas. Como estaba la pandemia, lo que había que
hacer era ir una vez al mes ir a dejar material, entonces esos cuatro meses
prácticamente los trabajaba aquí en la casa y luego me iba una vez al mes a
Biolley y le entregaba a los chicos el material nuevo y recogía lo que ellos me
entregaban y lo revisaba.
En Biolley fue
maravilloso, un lugar que yo decía, “aquí me quedo a vivir feliz de la vida”,
la población muy buena, completamente rural, las personas muy buena gente
todavía… A los estudiantes no los pude atender muchas veces, pero lo poquito
que los atendía eran muy educados, todavía respetaban al profesor, querían
aprender… Los casos en Biolley eran
mínimos comparados con los del CTP
de San Isidro, eran casos bonitos, los papás todavía presentes
colaborando con ellos, algunos era que tenían rezago educativo y tal vez con la
ayuda iban a salir adelante.
En el 2021 me vuelvo a
quedar sin nombramiento y me llaman del CTP de Jacó. Ahí trabajé un año también.
Estaba súper asustada porque Lian, mi hijo menor, tenía como dos años y medio,
una cosa así, cuando empecé a trabajar ahí y yo tenía que aceptarlo porque no
me quería quedar botada tampoco: si yo empezaba a rechazar, nunca me iban a
tomar en cuenta.
Tenía 24 lecciones y
gracias a Dios solo me tenía que quedar dos noches, porque trabajaba miércoles,
jueves y el viernes no era el día completo, entonces el miércoles me iba a las
3:30 de la mañana, salía de San Isidro en el carro, llegaba allá, daba las
clases, me quedaba a dormir donde una compañera y el jueves daba clases y el
viernes me regresaba. A veces los viernes me los daban virtual y a veces no,
porque todavía estaba el asunto de la pandemia, entonces hasta el mismo jueves
me venía a veces, porque el viernes solo daba como cuatro lecciones.
En el CTP de Jacó trabajábamos con el Plan Nacional,
que son las aulas de Educación Especial que están aparte, donde están solo los
chicos de educación especial y en cada aula hay estudiantes de todos los
niveles, de séptimo a duodécimo, nada más que en el área de educación especial.
Es complicado en la parte académica, porque a un estudiante que ni siquiera
sabe escribir la A no le puedo dar la materia que le tengo que dar a otro en un
nivel de tercer grado, que ya sabe leer y escribir. Para todos tengo que hacer
un planeamientos diferentes; grupalmente yo hago un planeamiento para los de inicial, un
planeamiento para los de intermedio y para los avanzados otro planeamiento, entonces
ya con eso voy adaptando los contenidos…
En cada grupo hay de todo, tengo estudiantes que
físicamente uno los ve y se dice: ¿qué hace ese chiquito aquí?, pero lo pone a
sumar o a restar o a leer y escribir y uno se da cuenta de que no pasó de un
nivel de tercer grado de escuela y tienen 17 años y no pasó, por más que se le
ayudó y se le dio apoyo anteriormente.
En ese momento había
cinco aulas, una era en la cocina porque ellos también trabajan en la parte de
cocina y la parte industrial.
Ahí la población era
mucho más pesada, casos de mamás que eran “prepagos” como les dicen y personas
que se prostituyen; también había damas de compañía, las que acompañan a
hombres, nada más los acompañan para dar como una buena impresión de que ellos
andan con una mujer bonita… Existía mucho eso.
En el colegio de Jacó tenía estudiantes con esas condiciones, entonces
tal vez el chiquito venía descuidado de la casa, había también pobreza ‒en todo
lado se encuentra mucho la pobreza‒, también había muchos estudiantes nicaragüenses. Tenía una estudiante Síndrome de Down que vivía en una casa de
latas, era una chiquita que necesita moverse y tenía que estar ahí entre cuatro
latas al frente a la carretera que va para Jacó… También tenía una chica con
Síndrome de Down que solamente la tía era la que la cuidaba porque los papás la
abandonaron, casos así, muy fuertes; mamás que se dedicaban a vivir en la calle
entonces los hijos llegaban todos sucios, a lo que ellos hicieran en la mañana,
porque la mamá dormía porque había trabajado toda la noche… En el colegio sí
hay orientadora, pero tiene que dividirse entre mil estudiantes que hay en los
colegios técnicos, porque el de Jacó es un colegio grande, igual en el CTP de
Parrita, donde estoy ahora, también es un colegio bastante grande, son como
1700 estudiantes.
Hay muchos problemas
emocionales detrás de ellos también. Hay estudiantes que uno se dice que con
dos padres responsables no estarían con esta adecuación significativa, estarían
en un colegio regular, pero lastimosamente los papás nunca estuvieron presentes
y entonces nadie le enseñó a leer y a escribir, ellos nunca se dieron a la tarea
de aprender… Les costaba un poquito, entonces los dejaron ir, les aplicaron la adecuación.
El problema es que el título no les va a valer para ir a una universidad.
La de Jacó fue una
experiencia no tan grata para mí. Llegué de Pérez Zeledón con todos los deseos
de trabajar porque ya tenía año y medio de estar sin nombramiento, tenía un
nombramiento grande, entonces yo iba dispuesta a trabajar, pero de entrada no le
agradé a la coordinadora del Plan Nacional de Educación Especial. Había una
coordinadora y yo no le agradaba, entonces ella le mal informaba al director de
mí: que yo no hacía nada, y el director era muy difícil, nunca me escuchó. Al año
siguiente esas lecciones me correspondían a mí, porque cuando es por prórroga
le corresponden a uno por obligación, entonces él puso que había menos
estudiantes para quitarme la lección, pero en realidad más bien había más
estudiantes y yo eso se lo justifique al Ministerio de Educación Pública, yo
mandé correos… Lloré mucho, me hicieron muchas cosas malas. Me tuve que
reconstruir y hacerme fuerte, fui y le dije al director un montón de cosas, le
dije las verdades, hasta que él se basaba en la opinión de una señora y que nunca
me vio, nunca hizo nada por mí. Yo lo reporté al MEP a ver si me ayudaban con
mis lecciones, nunca hubo respuesta de nada.
En el 2022 me dieron un recargo en Parrita; en Jacó trabaja medio tiempo, iba a trabajar en Parrita la otra parte del tiempo, eran once lecciones apenas, y al quitarme las de Jacó, tuve que renunciar al CTP de Parrita… Ahí trabajé dos meses, dos meses estuve yendo con los chiquillos… Renuncié, otra vez quedé sin nada y me empezaron a llamar para hacer incapacidades pequeñas.
Todo el año trabajé
puras incapacidades. En la escuela El Cocal de Quepos trabajé un mes, luego
trabajé en la escuela La Laguna y en la escuela Pacuar; ahí trabajé un mes.
Trabajé en la escuela de la Alfombra, que ahí se llama Tinamastes y en la
escuela de Platanillo. Hacía una incapacidad y al mes ya me iba. Por eso siento
que tal vez no pude hacer mucho, porque donde yo me iba adaptando, ya se me
vencía la incapacidad y tenía que ir a otra escuela y llegar como nueva, y
mientras me adaptaba y conocía al director o a la directora, ya prácticamente
se me vencía el nombramiento. Solamente
en la escuela de Manuel Antonio fueron tres meses, ahí sí me adapté muy bien
con el director y con mis estudiantes; iba a las aulas de mis compañeros a
apoyarlos con actividades y a ayudarle a los estudiantes a que aprendieran, a
explicarles más individualmente a los que se les dificultaba… Un mes es muy
poquito, uno apenas va agarrando el hilo. También había actividades y me ponían
hacer actividades como las manualidades, entonces la atención a los estudiantes
era mínima… ¡Tuve una incapacidad que duró ocho días! Apenas me presenté, los
conocí y ya…
El pago se me atrasaba
mucho porque a veces no subían las incapacidades a tiempo; para Manuel Antonio
duré mes y medio sin salario y tenía que viajar, estar yendo hasta allá, más la
comida, la alimentación… Tenía que ver qué comía y sin salario era bastante
difícil, porque con el MEP esa parte es muy complicada, pero después, cuando
me pagaron la incapacidad de Manuel Antonio, más bien yo iba ahorrando plata
para tener para las otras incapacidades… Ahí me iban llegando los pagos
atrasados, pero siempre tenía el pago. Hasta el primero de diciembre trabajé en
puras incapacidades pequeñas, desde junio hasta el primero de diciembre fue
puras incapacidades.
El 2023 inicié haciendo
una incapacidad pequeña aquí en Pérez Zeledón, me llamaron en febrero para la
escuela Baidambú, así se llama, es una escuela promecum porque hay estudiantes de alto
riesgo social. Ahí trabajé muchísimo, me tocó trabajar bastante, pero gracias a
Dios aprendí muchísimo y las chiquillas me decían: “que carga, usted se adaptó
a nosotros súper bien y nos ayuda un montón…” Fueron dos meses de bastante trabajo en la
época de entrada a clases. Había un caso bastante particular de una chica que
tenía bastantes discapacidades, no solamente una, eran bastantes, y una de
ellas era escapista, escapaba de las aulas y había que perseguirla, era
bastante complicado. Yo deseaba quedarme todo el año ahí, pero en eso venció la
incapacidad.
Fueron dos meses y ahí
fue cuando el director del CTP de Parrita me llamó. Yo había trabajado ahí y
habían quedado esas lecciones mías y se habían aumentado otras, entonces me
dijeron: hay 31 lecciones en CTP de Parrita y hay 10 en el CTP de Quepos, y
gracias a Dios me nombraron.
Desde el año pasado
estoy trabajando en el CTP; es un código nuevo, entonces mientras nadie llegue
en propiedad, la prórroga me corresponde a mí. Ahí trabajo martes, miércoles y
jueves en el Colegio de Parrita, en Plan Nacional de Educación Especial, y los
viernes trabajo en el CTP de Quepos,
igual, en el área de Plan Nacional de Educación Especial. Mi día libre
son los lunes y los uso para mi otro proyecto.
En Parrita alquilo un
apartamentito, una miniatura, pues obviamente tengo que pagarlo, tengo que
estarme trasladando, son bastantes gastos, pero ambos directores son personas
muy esforzadas, son supercargas, han levantado sus dos colegios, han hecho
cambios increíbles… El del CTP de Parrita se lleva súper bien conmigo, me da
la oportunidad de que tenga los lunes libres porque comprende que yo viajo y
tengo ese otro trabajo al que también necesito darle mi tiempo. Entonces 2023
fue un año de súper bendiciones para mí, porque obtuve dos trabajos, dos
trabajos fijos luego de andar haciendo incapacidades.
En Parrita estoy bien,
trabajo demasiado. Estamos elaborando un proyecto que si todo sale bien, va a
ser algo increíble, de la ley 8283, que es equipar todas las aulas del Plan
Nacional, se equipa absolutamente todo, la parte académica, la parte de cocina,
de hogar, y la parte industrial con todos los materiales necesarios y todas las
herramientas y hasta escritorio nuevos… Estamos en ese proceso. Entonces tal vez
gracias a uno va a surgir algo, obviamente con el apoyo de todos, porque somos
un equipo y hasta el director colabora. Si se logra ese proyecto va a ser de
gran bendición, va a ser un grandísimo cambio. Para este año ya estoy nombrada,
me sigue la prórroga y estoy nombrada hasta el 31 de enero del 2025.
Y está el otro tema del
Profe Comunitario. Eso es un proyecto, son contratos, ellos no me pagan por
planilla, no me paga el MEP sino el Banco Interamericano de Desarrollo. Ellos
lo hacen por servicios profesionales, entonces ese contrato está renovado hasta
marzo del 2025.
Eso inició en el 2022 con
unas encuestas. Yo en ese momento estaba en esto de incapacidades y me llegó un
formulario para un trabajo en el que ocupaban a alguien de educación especial o
psicóloga para trabajar en un proyecto de Profe Comunitario. Yo no tenía ni la
menor idea de qué era eso, de qué estaban hablando. Empecé a buscar en Internet
y vi un poquillo en otros países que hacen eso, entonces yo, “okay, qué bonito
suena.” Llené el formulario y como a los 15 días me pidieron que enviara el
currículum. Mandé el currículum, luego me hicieron
una entrevista por videollamada y yo pidiéndole a Dios, porque imagínese la
cantidad de profesores de educación especial que hay acá y que deseaban también
deseaban ese trabajo. Sentía que ese trabajo era para mí porque era el trabajo
de mis sueños.
Entonces, para enero del
2023, me llamaron para decirme que había sido elegida en Pérez Zeledón y que tenía
que ir a San José a firmar y a conocer más del proyecto. En este momento somos la
generación dos, porque hay una generación uno que inició un año antes. Nosotros
somos la generación dos y somos siete Profes de todo el país. Me siento súper privilegiada de ser parte de
esos siete a nivel nacional, que me hayan tomado en cuenta… Obviamente ellos se
basaron mucho en la forma de hacer de nosotros, en nuestros atestados
académicos también, pero más que todo ocupaban personas que desearan colaborar
con estudiantes con problemas sociales.
El Profe Comunitario lo
que hace es buscar o intervenir en los colegios de alto riesgo social, donde
hay muchas situaciones de riesgo; que vaya una profesora, que agarre 50
estudiantes del Área Permanencia y se les dé seguimiento; se les da un
seguimiento cada 8, cada 15 días. Yo voy cada 15 días a visitarlos pero
también cada ocho días les escribo: que sí necesitan algún apoyo. A ellos se
les dan talleres, se les dan charlas, se les hace rallys para que mejoren en el
área emocional y de conducta… Porque ahí es donde más se están presentando
problemas en estos dos colegios… Nuevamente estoy en el CTP de San Isidro,
ahora como Profe Comunitaria y en la Unidad Pedagógica José Freiderhoff, en
esos dos colegios llevo el proyecto.
A los estudiantes les
encanta que vaya porque son actividades divertidas en las que ellos pueden
hablar, pueden expresarse; ellos me preguntan, si tienen duda de algo me lo
consultan.
Para atenderlos trato que los chicos no salgan de clase de las materias básicas, sino que si tienen una clase o lección guía, en este momento hacemos las actividades. Se trabaja en coordinación con las orientadoras. Ellas me facilitan a mí a los estudiantes porque son las que de entrada los conocen, ellas me dicen cuáles tienen problemas emocionales, cuáles tienen problemas de conducta, problemas de salud; algunos tienen conductas disruptivas. Tengo ahí los que vienen de familias disfuncionales, ellos tienen negligencia por parte de las familias. Muchas veces la familia es más bien un factor de riesgo, parece mentira pero se da mucho. Tratamos que esos estudiantes, en lugar de decir “me voy del colegio porque esto no sirve para nada, porque esto es una cochinada, porque a mí nadie me entiende, porque yo soy un problema aquí…” Muchas veces, cuando uno está con 40 estudiantes en un aula y hay uno que está molestando, obviamente el profesor necesita tranquilizarlo. En cambio yo lo tengo solito, solito o en un grupo pequeñito en el que yo puedo hablar con él, preguntarle a qué viene ese problema de conducta, y es porque muchas veces en la casa hay maltrato o él ve cómo le pegan a la mamá, o creció solo o con una abuelita, no hubo una figura de autoridad… Entonces uno va entendiendo, uno empieza a trabajar eso, a trabajar ahí. Ese proyecto es muy bonito, de mucho impacto.
Aparte yo puedo buscar
tutorías para que ellos mejoren su desempeño académico, pero más que todo busco
ofrecer atención psicológica y emocional, porque es lo que ellos necesitan
mejorar. O sea, sé que al mejorar la conducta ellos van a mejorar, porque aunque
hay notas malísimas, no son notas que no puedan mejorarse. Para la parte
académica hay muchos profesores, la parte emocional es la que yo necesito
abarcar todo lo que pueda.
Por ejemplo, hicimos un
taller de prevención del suicidio, se hizo también una sesión vocacional en el
INA donde ellos iban y se daban cuenta de un montón de cursos a los que pueden
optar a partir de los 15 años. Ellos pueden estudiar mecánica, pueden estudiar
pastelería, hotelería, inglés, cosas muy importantes para que crezcan. Son cosas para motivarlos, para que salgan
adelante; tienen muchos talleres emocionales, hasta juegos deportivos, juegos
de mesa, arte, pero dentro de ese arte va incluida la parte emocional, conocerlos
más, que se abran un poquito, que cada
uno cuente sus historias.
El proyecto es evaluado por el Ministerio de Educación Pública y el Ministerio de Justicia y
Paz, nosotros les entregamos un informe de todo lo que se hizo; de cada actividad
van las fotografías, todo lo que hacemos, las intervenciones, cuáles entidades
públicas nos apoyaron, cuáles todavía no nos han apoyado, universidades, etc.
Es trabajar la permanencia
y está también la parte de reincorporación, que busca a personas que están
fuera del sistema educativo para que vuelvan a ingresar. A ellos los ubico por una base de datos del
Ministerio de Educación Pública. Tal vez por situaciones que vivieron, hasta
por bullying, dejaron de ir al colegio. Yo les informo sobre todas las
modalidades que hay: educación abierta, SINDEA, nocturnos, colegios técnicos… Y
logré que bastantes se reincorporaran.
Y luego están los de
transición, los chicos que vienen de sexto de escuela. Yo trabajé en la Escuela
de San Francisco, así se llama, acá en Pérez Zeledón Les hice un rally para que
conocieran el Colegio Técnico, que no tuvieran miedo en ese proceso de transición
y no se fueran a quedar, porque muchas veces los chicos de sexto se quedan… Entonces
es apoyarlos para que continúen en el colegio. Esos son los tres ejes que se trabajan.
Pienso que a estos
muchachos es mejor darles un taller donde ellos se sientan bien y crezcan
emocionalmente, a que hagan sumas y restas, sumas y restas de las que mañana no
se van a acordar. Cuando llegué al programa ya llevaba una idea, pero además he
tenido mucho apoyo de muchas personas que me quisieron colaborar con su
trabajo. Todo salió muy bien el año pasado, los chicos quedaron muy contentos
con el proyecto. Este año hemos hecho varios talleres y más bien están
deseando: “profe, ¿cuándo viene?, profe ¿cuando viene?”, me pasan
escribiendo.
Siento que estoy
haciendo un impacto en ellos, que es lo que necesitamos. Que ellos digan: “¡Ay,
iba a salir del colegio pero mejor no, porque me gustan esos talleres que está
dando la profe y ya me siento más cómoda en el aula.” Si ellos tienen alguna situación
de bullying y me comentan a mí, yo hablo con los orientadores de inmediato. Son
estudiantes que tal vez en ese momento no tenían un apoyo y ahora sí se
sienten apoyados y yo puedo actuar, puedo hablar con la orientadora, con el
director, con el que sea para que ese estudiante esté bien y que lo que esté
sufriendo, lo que está sintiendo mal, cambie y se mantenga en la
institución.
Próximamente el
Ministerio de Justicia y Paz va a construir un Centro Cívico por la Paz aquí en
San Isidro. Eso va de la mano con el Profe Comunitario. Van a construirlo por
San Francisco también, ahí los estudiantes, los adolescentes en general, van a
tener la oportunidad de llevar cursos de arte, de música, de cómputo, de
deportes; van a tener canchas de skate, canchas de básket, canchas de voleibol,
de fútbol… Va a ser un espacio precioso para ellos, para que tengan una manera de
divertirse sin tener que acudir a la delincuencia ni a las drogas.
No sé cuánto puede durar
este proyecto, pero yo espero continuar el tiempo que ellos me lo permitan y
continuar igual con mi carrera en el MEP como educadora, porque ambos trabajos
me enriquecen mucho, y no solamente en la parte económica. Son trabajos que
enriquecen el alma, el espíritu, usted se siente bendecido cuando se da cuenta
de tantos problemas que esos chicos tienen, tantas discapacidades y siguen
adelante, siguen sonriendo. Uno se dice: yo también necesito hacerlo, porque
muchas veces uno se queja demasiado. Ahí usted se da cuenta de que su vida está
bien y usted está bien, más bien lo hacen a uno crecer, lo hacen crecer un
montón y aprender más cada día. Entonces espero continuar por la misma línea.
Comentarios
Publicar un comentario