Calle Fallas de Desamparados, San José
8 de abril, 2024
Mi nombre es Walter Arnoldo Briceño Hernández, nací el 23 de octubre de 1974 en San José, pero mi familia viene de la parte de abajo de la Península de Nicoya, por el sector de Paquera. Allá mi papá trabajaba de jornalero. Ellos vivían dentro de la finca de mi abuelo, todavía está esa propiedad ahí, por las cercanías de donde llega el ferry a playa Naranjo. Soy el menor de cinco hermanos, todos nacieron allá. Mis hermanos me cuentan que allá ellos comían de las cosas de la finca, o sea, no tenían dinero para comprar cosas, pero en esa finca había plátanos, sembraban arroz, maíz, tenían la playa a la par y había un pequeño río, una quebrada de donde sacaban camarones, había vacas para la leche, ese tipo de cosas. Entonces, aunque no había el recurso económico, en cuanto a recursos alimenticios tenían todo lo que necesitaban para vivir. Siempre estuvieron muy bien abastecidos.
Yo soy el menor y nací en San José; todos mis otros hermanos nacieron
allá. Mi papá quiso probar alguna opción para venirse para San José; entonces
se vino dejando a la familia allá, se vino y se contactó con un señor
nicaragüense que le comenzó a enseñar el oficio de la talabartería. Cuando
tenía como un año de estar acá y sentía que ya había aprendido bien el oficio y
que ya podía aventurarse a tener su propio taller, se trajo a la familia y
alquilaron una casita en Calle Blancos. Yo nací cuando ellos vivían en Calle
Blancos, y cuando tenía dos meses, fue que a mi papá le apareció la opción de
comprar aquí en Calle Fallas de Desamparados.
Acá había una casita pequeña, era una propiedad muy
larga hacia adentro, no muy ancha pero larga hacia adentro, con una casita
pequeña y un gran patio. Mi papá deja la casita como tal e instala el taller al
puro fondo de la propiedad, un taller pequeñito. En algún momento, cuando yo
estaba en edad escolar (me parece que en segundo grado), se le hace una
remodelación a la casa, fue cuando se construyó esta casa que está ahora; se
bota la casita pequeña, que era de madera, y se hace esta casa con paredes de
concreto y demás. Cuando llegamos a esta casa yo podía tener dos meses, o sea
que desde el 75 en adelante la familia estaba aquí.
Recuerdo haber tenido una infancia bonita, en el
sentido de que tuve la dicha de que mis hermanos fueron bastante cariñosos y
cuidadosos conmigo. Por otro lado tuve la fortuna de poder vivir ciertas cosas
aquí en Desamparados cuando no estaba completamente urbanizado. Por ejemplo,
ahí donde está el río había una propiedad que era zona verde con muchos árboles,
uno podía ir ahí en sus andanzas de niño; luego, detrás de la casa de unos vecinos
había un gran cafetal, un cafetal enorme, gigante, que prácticamente llegaba
hasta la plaza de Cucubres, y para efectos de la mente de un niño eso era
gigante. Nosotros íbamos mucho a jugar ahí. Todos los chiquillos del barrio
salíamos a jugar en la calle; la calle no debía ser muy transitada puesto que
tengo recuerdos de jugar mejengas en la calle, jugábamos “un dos tres”, “salve
el tarro” y ese tipo de juegos, todo eso lo jugábamos en la calle propiamente,
y no tengo el recuerdo de que tuviéramos problemas con el tránsito. Luego aquí, tres casas hacia abajo, hay un
pasadizo que lleva a otro lugar que de niños nosotros usábamos muchísimo, también
una zona amplia, ahí iba todo el mundo a aprender a andar en bicicleta, ahí uno
podía rasparse y caerse sin el peligro de los carros. Recuerdo haber andado jugando a
cualquier hora, salir a jugar desde la mañana y volver en la noche y estar en
la noche reunido con los amigos vacilando sin ningún problema.
En cuanto a la familia, una hermana de mi papá se había
venido a Tibás y a veces la visitábamos, muy de vez en cuando íbamos a la casa de
ella. Había también un hermano de mi papá que era el más cercano… Él compró
una propiedad como a 1 km de acá, más hacia arriba, hacia el sur, y a esa casa
fui recurrentemente porque había un primo de mi edad, entonces jugábamos
juntos. Recuerdo haber ido mucho a esa casa a jugar de “Mazinger Z” y de todas
esas cosas que jugábamos en la niñez.
Mi papá se dedicaba sobre todo a hacer carteras; hacía
muchas cosas, pero hacia carteras, maletines, portadocumentos. También recuerdo
que en ocasiones especiales hacía valijas grandes, valijas de viaje en cuero
con diseños repujados. Él estaba mucho en la parte de la artesanía, trabajaba mucho con diseños que eran marcas de hierro, eran piezas de hierro
como de varilla de un cuarto a la que le soldaban un pedacito de hierro que
tenía algún motivo, algún tipo de labrado, y esto con martillo se iba se
golpeando sobre el cuero, de tal forma que se le iban dando relieves y formas.
Era un trabajo bonito; viéndolo a la distancia, tal vez esa fue la primera
relación que tuve con la simetría, el hacer cosas con formas simétricas y con
algún decorado, con un sentido estético. Eso fue en el taller de papá.
Él mismo salía a vender. Muchas veces me tocó acompañarlo; entonces era salir con una bolsa o incluso con las carteras amarradas,
agrupadas con las tiras, salir con un montón de productos a dejarlos a
diferentes lugares. Me acuerdo que a él le compraban mucho en el Mercado
Central y en la zona de artesanías de Moravia. Me acuerdo de un negocio que se llamaba La Tinaja y
de otro que se llama La Rueda, creo que todavía existen.
Creo que mi papá fue bastante emprendedor, él tuvo la
visión y el sentido de decir en algún momento: “Bueno, no quiero seguir
trabajando de jornalero toda la vida, voy a aprender un oficio.” Y sacó a la
familia adelante, sacó bien la tarea, él pudo comprar una propiedad, hacer una
casa, darnos estudios a todos.
Fui a la escuela del barrio, aquí en Calle Fallas. En
ese momento era lo que en el MEP se conoce como una “unidad pedagógica”, es
decir, que alberga desde kínder hasta tercer año de colegio, era la Unidad Pedagógica
“José Trinidad Mora”, ese era el nombre que tenía. No fui al kínder, en ese
momento no era obligatorio como ahora para poder ir a primaria. Me acuerdo que
un día me dijeron: “Mañana va para la escuela”. Ese fue todo el aviso, y me
acuerdo que nos levantamos temprano a alistarnos. Yo no tenía uniforme, tengo
el recuerdo de la camisa como azul con el escudo de Costa Rica en impresión
blanca sobre la camisa, y con eso fui a la escuela el primer día. Mi papá me
llevó, me dejó ahí. Tengo un leve recuerdo de haber llorado, no entendía bien
dónde me habían dejado, pero también tengo un recuerdo de que rápidamente me
activé. Y curiosamente el primer recuerdo que tengo no es de la clase con la
maestra, sino de la clase de música. Ese día que entramos el profesor de música
nos sacó a jugar “ronda” en una parte plana que había afuera de las aulas, y
tengo el recuerdo muy claro de haber jugado al “arroz con leche” en ronda… No
recuerdo los detalles, pero tengo una sensación bonita, como que ahí hice “¡clic!”
con la escuela y a partir de ahí ya no hubo más problemas.
Como era la escuela del barrio había mucha gente de la
zona y tenía un grupo de amigos con el que me tocó estar por lo menos en los
últimos cuatro años. Éramos un grupo bastante cercano y cuando tocaba hacer las
tareas íbamos a la casa de uno, a la casa de otro, y vacilábamos mucho en la
escuela, jugábamos mucho juntos. En realidad fue una época bonita.
Cuando terminaba el horario escolar y salía al barrio,
había un grupo de gente que ya eran propiamente los chiquillos de este
vecindario. Entre los compañeros de escuela había algunos que estaban un poco
más alejados de aquí, entonces en la escuela tenía el grupo de los amigos que
eran del mismo año y que hacíamos los trabajos juntos. Por otro lado, fuera del
horario escolar el grupo de la barriada era bastante nutrido y con bastante
cercanía. Esta casa era uno de los centros de reunión.
Había un juego muy común en esa época que era el de los
cigarretes. Los empaques de cigarros tenían un valor, se les asignaba un valor
dependiendo del país de procedencia, tenían un puntaje y había una tabla, un
catálogo de valor de esas envolturas, y entonces se jugaba apostado. Me
acuerdo que esta casa era uno de los centros fuertes para jugar cigarretes; todo
el mundo traía sus piezas, todo lo que hubiera recolectado y se jugaba apostado
al naipe. Era como como una especie de juego de azar infantil, aquí lo jugamos mucho,
además de los troncos, las bolinchas y ese tipo de cosas.
La música siempre estuvo muy presente en la familia,
sobre todo por el lado materno. La familia de mi mamá era una familia numerosa (tuvo
trece hermanos), muchos de mis tíos era músicos populares, empíricos. Entiendo
que en su juventud mi abuela también tocó guitarra y que el papá de ella era
marimbero, entonces por el lado de la familia materna hay una vena musical.
Mis tíos vivían en la Península, pero mi mamá era la
hermana mayor y durante mucho tiempo tuvo la misión de convocar a la
familia. Cuando era el cumpleaños de alguien, cuando había alguna celebración
especial, mis tíos venían y desde que yo era muy pequeño, en las fiestas
siempre había música en vivo, porque ellos traían sus instrumentos. Desde muy
pequeño tengo esa imagen de mis tíos donde entraban con sus guitarras; uno de
ellos tocaba el arpa muy bien. Esa es una historia que quisiera ahondar, porque
no entiendo como allá en la Península tuvo contacto con el arpa paraguaya,
porque era arpa paraguaya lo que tocaba… Llegó a tocar con un nivel realmente
muy alto, en su tiempo decían que era el mejor arpista que había en Costa Rica.
Él se llamaba Felipe y tenía su grupo; después se presentaba como Felipe y su
arpa y siempre andaba con músicos acompañantes.
Aquí hubo muchas fiestas familiares y a esas fiestas
siempre venían los tíos con instrumentos. Hasta la fecha, los tíos que quedan
vivos todavía tocan cuando se reúnen allá en la Península, todavía hay música
en las fiestas. Eso me quedó a mí, pues ahora, cuando hay actividades con mis
hermanos, soy yo el que llevo los instrumentos y a veces mis hijos, que también
tocan y tienen contacto con la música. Somos nosotros los que hemos asumido ese
papel.
De la escuela, el profesor que más recuerdo es
justamente el profesor de música, don Senén Barboza, miembro de una familia de
músicos de mucha tradición de Aserrí (de eso me enteré mucho después). Don Senén
Barboza fue quien siempre dio clases en esa escuela, fue a quien yo tuve de profesor de música. Siento que él tuvo
una influencia fuerte, es tal vez el profesor de la escuela que más recuerdo.
Tuve dos maestras: una de primer a tercer grado que
se llamaba María Cecilia Hernández, y de cuarto a sexto, Ángela Villalobos. A la par de ellas siempre estuvo don Senén,
que daba las clases de música, y una señora que se llamaba, me parece,
Bernardita, que era la profesora de religión. Doña Ángela, la de cuarto, quinto
y sexto, fue también una influencia
fuerte, de esas maestras de antes, de disciplina muy regia. Me acuerdo ‒¡Dios
guarde eso ahora!‒, pero me acuerdo, por ejemplo, de haber visto a un compañero
que le recetaron un buen cosco en clase porque estaba de majadero y doña Ángela
llegó y lo hizo recetado. Ahora eso es impensable, pero en esa época sí,
todavía yo vi eso… Y don Senén, el maestro de música, era también un personaje
fuerte, con un sentido de la disciplina y del orden muy fuertes. Esos son los
dos personajes que tengo más grabados de la escuela, y sobre todo a don Senén,
a pesar de que lo veíamos solo una vez a la semana.
Con don Senén cantábamos mucho, era lo que más
hacíamos. Él siempre se acompañaba con una melódica, en las clases no usaba una
guitarra o un piano o algún instrumento de acompañamiento armónico, era la
melódica… Entonces él alternaba entre tocar las partes, las melodías de los
himnos y de las piezas, las introducciones y todo eso las tocaba con la
melódica, y cuando llegaba la parte del canto soltaba la melódica y empezaba a
cantar con nosotros. Tengo muy grabada en la memoria esa forma de acompañar la
música. Varias veces él nos llevó a una sala, no recuerdo en qué parte de la
escuela estaba, donde había un órgano. Ahí se sentaba ya con propiedad a tocar
el órgano y a acompañarnos en las canciones. Eso no sucedió muchas veces, pero
las veces que sucedió las tengo muy grabadas. Yo en ese momento veía el órgano como
una nave espacial, porque tenía dos teclados y pedales para los pies y todo
eso, ¿verdad? Desde el punto del niño, eso era como una nave. Hasta me acuerdo
de una vez muy particular en que estábamos cantando “Caña dulce”, y me acuerdo
perfectamente del sonido del órgano.
Hubo otro momento en la escuela donde don Senén
organizó para llevar a una banda. En este momento no recuerdo si era una banda
solo de instrumentos de viento o si era una orquesta, me parece que era una
orquesta, puesto que tengo algún recuerdo de que también había instrumentos de
cuerda. Tuvimos un concierto, me acuerdo de haber ido a sentarme a ver un
concierto de una orquesta que trajo, ese fue otro evento realmente memorable…
En algún momento don Senén no pudo asistir a la clase y
dejó encargado a otro maestro que llegó con un clarinete, un instrumento que yo
nunca había visto. Y esa persona sacó
el clarinete y se puso a explicarnos y a tocar piezas con el clarinete (recuerdo
el tema de La Pantera Rosa). Ese día yo estaba alucinado, era un instrumento
que nunca había oído. Fue una clase muy amena, muy bien explicada… Ese maestro
solo llegó una vez y yo lo recuerdo más que muchas otras cosas que pasaban en
la escuela.
En ese momento yo no tocaba ningún instrumento. Me parece que cuando estábamos creo que en sexto grado, no estoy seguro si en quinto o en sexto grado, mi hermano Héctor, que sabía algunos acordes de guitarra, fue el primero que me acercó propiamente a un instrumento, a poner las manos encima de un instrumento musical para intentar sacar notas. Mi hermano me empezó a enseñar los acordes que sabía, que no eran muchos, y fue la primera persona que me empezó a entrenar auditivamente, porque cuando ya yo había hecho algunos acordes, él se volvía de espaldas a mí, tocaba algún acorde y me preguntaba cuál era.
En el 86 terminé la escuela. Uno de los amigos cercanos de la escuela era
hijo de una maestra, y supongo que por ser hijo de una maestra él estaba un
poco más consciente o le tenían más cuidado respecto a la secundaria, alguna
previsión de a qué lugar ir a la secundaria… En algún momento de sexto grado él
dijo que iba a ir a hacer un examen de admisión al Técnico Don Bosco, que en
ese momento estaba por el Paseo Colón… No recuerdo la circunstancia, pero por
alguna razón yo terminé yendo a hacer ese examen de admisión y lo pasé. Entonces
la secundaria, o por lo menos los cuatro primeros años del colegio, los hice en
el Técnico Don Bosco.
Eso implicaba levantarse todos los días muy temprano,
viajar todos los días en bus hasta allá, y la vuelta. Fue un cambio, una
apertura hacia otra cosa. Era un colegio técnico, eso empezaba a partir del
nivel de décimo cuando uno tenía que escoger una especialidad, pero ya en
séptimo había que recibir francés, inglés, artes industriales, artes plásticas,
música, religión… Teníamos que ir a misa una vez por semana: el lunes séptimo,
octavo martes y así sucesivamente.
Siento que en cierto modo esto me marcó, no sé si positiva o negativamente, pero en esa parte de la adolescencia cuando me
parece que es tan importante el contacto con otra gente, yo estuve bastante
desprovisto de contacto con mujeres, realmente hubo muy poco, porque el horario
del colegio era muy extenso, pasaba muchas horas ahí, y salvo las mujeres del
grupo familiar, acá en el barrio no tenía muchas amigas, la mayoría de los
amigos eran hombres. Eso me llevó a cierto grado de timidez en la relación con
las mujeres que todavía mantengo un poco, es un rasgo que quedó. Me considero
una persona bastante tímida.
En la etapa de la adolescencia uno se vuelve tan
consciente de su propio aspecto y yo tenía un problema dental muy fuerte, tenía
el arco de arriba, del maxilar superior… Creo que el arco era muy pequeño y
había demasiados dientes y esos dientes salieron por donde pudieron, entonces finalizando
la escuela tenía la dentadura completamente deformada… En la escuela eso no fue
tan problemático como cuando ya tenía edad de secundaria, que tal vez estaba un
poco más consciente de la propia figura, agregándole también que en ese momento
yo era bastante gordo, tenía cierta tendencia a la obesidad. Todo ello produjo que fuera bastante tímido y diría que hasta un
poco acomplejado con mi propia figura… Entonces en esa época de la adolescencia
no tuve mucho contacto con chicas, hasta bastante más adelante.
Académicamente hablando hice bien, hice bastante bien los
primeros tres años en el Colegio Don Bosco. Cuando estaba en cuarto año me
descarrilé un poco. Desde que estaba en octavo un compañero me empezó a pasar
varios audios, casetes que intercambiamos en esas épocas de grupos de rock,
como decir Iron Maiden, Metallica y cosas que en ese tiempo
estaban en su apogeo. Comienzo a oír esa música y me comienza a llamar
poderosamente la atención, ¡mucho, mucho, mucho!, realmente me comienza a
gustar mucho y comienzo a tener interés en aprender a tocar un instrumento
musical, precisamente para ver de qué forma puedo participar en alguna banda de
ese tipo de música.
Aquí en el barrio habíamos algunos que siempre fuimos
fiebres de la música en general y que intercambiábamos casetes, como se hacía
en ese momento. En Desampa había todo un tráfico, todo un grupo de gente que
intercambiábamos cintas, pasábamos intercambiando cintas y a veces caminábamos
a lugares más lejanos para intercambiar cintas, discos, cosas de ese tipo. En
esos intercambios termino conociendo a una gente que vive más hacia el centro
de Desampa y termino haciendo amistad con un chavalo que tenía la misma edad
que yo, se llamaba Guido Sánchez, que
tenía una guitarra eléctrica, y el hermano menor de él también tocaba guitarra.
Ellos estaban con el asunto de hacer una banda y yo no tenía ni el dinero ni el
instrumento, pero ellos tenían unos papás que realmente los apoyaban mucho. Entonces
ellos se agencian un bajo eléctrico y ese bajo pasa a ser de mi uso, de mi propiedad, por así decirlo, aunque
claramente no era mío, pero lo asumí yo como mi instrumento. Y con ese bajo comienzo
a profundizar un poco en el asunto, a los 14 o 15 años, por ahí.
Ese proyecto evoluciona. Éramos cinco: los dos hermanos
Sánchez en las guitarras; se nos había unido un baterista que se llamaba Igor
Odio, el cantante Dani Hernández, y yo que tocaba el bajo. Nuestro grupo se
llamaba Sentence y empezamos a generar música.
Hice bien los primeros tres años de la secundaria. El
cuarto fue desastroso porque era el año en que había que empezar con la
especialidad en el colegio, era un nivel de responsabilidad mucho más alto,
había que llevar materias como dibujo técnico, el estudio me demandaba más
tiempo y mi mente estaba en otro lugar, yo estaba completamente metido en el
asunto del rock. La música era una cosa que ocupaba mi
atención casi que un 100%. Recuerdo ir al colegio (porque sí, había que ir al
colegio) pero mi mente y mi corazón, todo estaba puesto en aprender el
instrumento.
En algún momento, cuando estaba en el colegio (no me
acuerdo en qué año del colegio) mi mamá, viendo que lo de la música me llamaba
la atención y que ya había empezado a hacer algunas cosas con la guitarra,
contacta a un primo que tocaba muy bien la guitarra, y ese primo comienza a
venir una vez a la semana a enseñarme. Me acuerdo que comienzo a tocar cosas y
ya comienzan a sonar, y esto mismo yo lo comienzo a aplicar, un poco de forma
autodidacta, en el bajo. Así fue como abordé lo que tenía que hacer en el grupo
con los amigos…
Las camisetas eran parte integral del metal. Yo no
tenía muchos recursos, no tenía acceso a estar comprando este tipo de
artículos, pero era algo que admiraba. Mi enfoque fue siempre
buscar música. Recuerdo haber hecho rastreo de cintas, de discos, de cosas
rarísimas, de cosas que se hacían allá por Finlandia, cosas raras que en esos
tiempos no era nada fácil conseguir. Era otro tiempo, otra forma de comercio y
otra forma de cómo esas cosas llegaban a Costa Rica. Me acuerdo de haber hecho
búsquedas muy grandes, de estar metido mucho tiempo dedicado a conseguir cosas
raras y a escucharlas. Recuerdo estar sentado aquí en la sala, tal vez mi mamá y
mis hermanas viendo una novela, y yo sentado a la par de ellas, pero yo estaba
con audífonos pegado al equipo de sonido que estaba debajo de la tele, entonces
ellas viendo la novela y yo a la par sentado oyendo con los audífonos cuanta
cosa me caía en las manos…
Hubo un momento en que mi mama estuvo preocupada por la
parte visual del metal. En la época en la que comienzo a tener acceso al metal,
mucho fue en cintas. Ahí no había acceso a las portadas de esos discos, a las
artes. En algún momento comienzo a tener más acceso a gente que me presta
discos originales y casetes originales, y claro, donde mi madre ve las
portadas, comienza a caer en cuenta de lo que estoy oyendo y se le para el
pelo, pero para ese momento yo ya estaba metido de cabeza, de cabeza y hasta la
punta de los pies. Entonces simplemente opté por no traer más las portadas o
por esconderlas, cosas de ese tipo, pero jamás dejé de escuchar.
En cuanto a las drogas, se consumía comparativamente
poco a lo que sucedía en otros ámbitos, pero sí me tocó estar muchas fiestas y
muchos lugares en donde había de todo, pero en esa época en particular no fue
algo que me llamara la atención. Tal vez un poco más el licor, pero consumo de
otro tipo de sustancias, en realidad no, por lo menos en toda esta etapa del
metal, no.
El décimo año en el Técnico Don Bosco yo lo pierdo y
vengo al colegio del barrio, retorno a repetir el cuarto y a hacer el quinto aquí en el colegio de Calle Fallas, en el mismo lugar donde había hecho la
escuela. Es como un reencuentro con la gente de la zona, y otra vez volver al
colegio mixto, cosa que no había tenido durante el tiempo que estuve en el
Don Bosco. Ahora las chicas son una parte completamente integral del metal, en
esa época eran muy pocas, muy contadas las mujeres metidas en eso. Retomo esta
cosa de tener amigas cuando vuelvo a Desamparados, o sea, por haber perdido el
décimo año en el Técnico Don Bosco vuelvo al colegio del barrio y ahí retomo
esa parte, pero en el metal no, porque no había mucho personal femenino.
Y en el 92, cuando yo estaba en quinto año del colegio,
hay un evento que los aficionados al rock recuerdan, toda una cacería de brujas
que se dio con la gente que escuchaba metal… En ese momento el ministro de
Seguridad era Luis Fishman, fue un concierto que se realizó en las bodegas de
una antigua fosforera por Quesada Durán. Ese concierto marcó al país con
respecto a la visión que se tenía del metal y del rock. Todo eso fue desastroso
para la gente que estábamos en la escena. Nosotros estábamos tocando justamente
cuando irrumpió la policía y se armó el desastre.
Como dato anecdótico: en Sentence tocábamos un
estilo…El metal tiene muchas subdivisiones, ramificaciones. Había una que en
ese momento se consideraba el estilo más extremo del metal, que se llama el death
metal, y nosotros tocábamos eso, y en el 92, después del concierto de la Fosforera,
cuando ya no se podía tocar y no se podía salir y el ambiente se puso realmente
muy feo, en vista de que el proyecto estaba muriendo, nosotros queríamos dejar
registro del asunto, y gracias al financiamiento de los papás de los hermanos
Sánchez, logramos grabar un demo que queda
registrado como la primera grabación de death metal que se hizo en Costa
Rica. Ese fue un proceso bonito. Todo lo que estaba pasando alrededor era muy feo (la estigmatización que hubo contra el metal y contra la gente
que escuchaba metal), pero grabar ese material fue un proceso importante y
bonito. Con ese capítulo, por todas las circunstancias que estaban pasando, el
grupo naturalmente llegó a su fin, no había espacio para tocar más. Durante
mucho tiempo la escena estuvo como dormida y el grupo cierra su capítulo.
Entonces Guido, el guitarrista principal del grupo, y
yo, habíamos escuchado cada uno por su lado de la Etapa básica de Música de la
Universidad de Costa Rica. A finales del 91 hacen una audición para entrar al
curso del 92. Yo llego a hacer la audición por mi lado y me topo a Guido y a
los dos nos admiten. Eso coincidió con
el último año del colegio. Nosotros hicimos nuestro último año de colegio en
1992, ya siendo parte de la Escuela de Guitarra de la UCR. Ese fue otro salto
en la formación, tuvimos acceso a clases de solfeo, y en mi caso recibía clases
con Ramonet Rodríguez, uno de los guitarristas más prestigiosos del país. Era
una formación diferente, claro. Y a partir de ahí, cuando terminamos el colegio
justo en el 92, pasa todo este asunto con lo de la Fosforera y la escena del
metal muere momentáneamente.
Entonces este amigo y yo nos involucramos en otro tipo
de proyectos musicales; a partir de ahí comenzamos a participar en montones de
cosas. Tuvimos un proyecto de jazz flamenco que se llamaba Libian, mucho
en la influencia de Strunz y Farah que pegó a nivel mundial y aquí especialmente,
porque Strunz era de procedencia tica. Nos dio por hacer un grupo en ese estilo
de música; luego en cosas más de tipo progresivo, y ahí ya terminamos metidos
de cabeza en la música para no salir nunca más.
No completé la Etapa Básica de guitarra de la
universidad; hice hasta el nivel 8 y son 12 niveles. Me acuerdo que tuve una
conversación con mi maestro Ramonet, porque en ese momento me da muy fuerte el
patín con el bajo eléctrico y comienzan a salir muchas oportunidades de tocar
ese instrumento profesionalmente, y la guitarra clásica requiere el uso de uñas
largas en la mano derecha, y el bajo eléctrico, aunque se puede tocar con uñas,
pero el sonido que a mí me parece el correcto, el sonido que a mí me gustaba,
era sin uñas, que solo la piel del dedo hiciera contacto con las cuerdas.
Entonces tengo una conversación con mi maestro Ramonet y le digo que en ese
momento me estoy sintiendo muy interesado por el bajo y que tal vez voy a dejar
las clases de guitarra. Yo ya estaba en edad universitaria y me había
matriculado en Ingeniería Eléctrica, y en eso surge en la conversación que por
qué no examinaba la posibilidad de estudiar Enseñanza de la Música, porque eso
me iba a permitir mantenerme conectado con la Escuela de Música (en la UCR no enseñan
instrumentos eléctricos, entonces si yo me iba a dedicar al bajo eléctrico, no
podía tener formación en la UCR). Matricularme en Enseñanza de la Música me
permitiría seguir teniendo formación musical en la UCR y paralelamente seguir
desarrollando el bajo por mi cuenta.
Me pareció una buena opción. Entonces abandono la Etapa
Básica de guitarra y hago cambio de carrera: dejo lo que había hecho de
Ingeniería Eléctrica y me paso a Enseñanza de la Música. Y así fue como terminé
en el ámbito de Educación.
Una vez que me paso a Enseñanza de la Música, hago me
parece que los primeros dos años llevando el bloque completo, pero cuando iba a
empezar el tercer año, mi papá había muerto y la situación económica en la casa
era mucho más compleja, y por lo tanto comienza la presión de que tengo que
buscar alguna fuente de ingresos.
Entonces, cuando iba para el tercer año de Enseñanza de
la Música, estoy con una necesidad muy fuerte de empezar a trabajar, la
situación en la casa es insostenible, no puedo seguir solo estudiando… Y
buscando opciones, veo un anuncio en un periódico de que están haciendo
audiciones para un grupo de esos que trabajan en hoteles en la zona de
Guanacaste. Yo voy, hago la audición, me dicen que el trabajo es mío si lo
quiero, pero que tengo que trasladarme a Guanacaste.
Eso significa que tengo que interrumpir por varios años
los estudios para irme a trabajar a la zona de Guanacaste. Me voy de la casa a
vivir en una casa que compartíamos los que trabajábamos en el grupo.
Fue un tiempo muy muy interesante, crecí mucho como
músico porque ya estaba trabajando directamente en eso con muy buenos músicos.
El grupo se llamaba Vino Tinto, era el grupo de planta del Hotel Meliá
Conchal. Trabajábamos en el hotel, teníamos que tocar todos los días excepto el
domingo, a veces en la mañana, a veces en la noche, amenizando todo tipo de
actividades. Ahí tengo contacto con un pianista muy bueno, un pianista del que
aprendí muchísimo.
En ese entonces el salario que me pagaban era como de
200.000 colones, era bastante dinero, un ingreso nada despreciable y para mí
solo. Aportaba un poco para las cosas de la casa, pero estando yo
mayoritariamente en Guanacaste, mucho del dinero era para mí. Ahí estuve un par
de años, una época muy bonita, crecí mucho como músico y como persona por la
cuestión de la independencia, por estar ya fuera de la casa. Luego ese trabajo
termina: Juan Carlos, mi jefe, pierde el contrato y el grupo se desarma.
Regreso a San José y comienzo a tocar con varios grupos,
trabajos que salen esporádicamente. Me acuerdo que toqué en un grupo que se
llamaba Full 80s, que era de rock de los 80; después en otro grupo con Diego
Fournier, un pianista que tenía mucha experiencia, él tenía un grupo que se
llamaba Tiempo Extra. Con ellos toco varios años. En esos grupos ganaba
por cada concierto. Paralelamente trato, ya con mucho menos tiempo, de continuar
los estudios de Enseñanza de la Música.
En 2004 conozco a Mónica, mi pareja actual. Comenzamos
a salir y ese año nos damos cuenta de que ella está embarazada. Eso implica que
necesito buscar una fuente de trabajo mucho más estable para asumir la
responsabilidad. Entonces resultó que tuve un ángel, tengo que contar esa
historia porque tuve un ángel en el camino.
A inicios del 2004 yo estaba por abandonar
definitivamente los estudios en la universidad. Había topado con un maestro que
fue mi profesor de Pedagogía, don Claudio Monge, todo un personaje en la
universidad, que también fue en algún momento diputado por el PAC.
Don Claudio me toma cariño, conversábamos mucho, y yo
le llego a comentar que estoy por abandonar los estudios, que realmente no
siento que eso me signifique mucho. Fue ahí, a inicios del 2004, cuando don
Claudio, sin que yo se lo solicitara, sin que le pidiera nada, hizo las
gestiones para solicitar una cosa que en educación se llama una “salida
lateral”, que es un diploma en regla que emite la universidad haciendo constar
que alguien tiene cierta cantidad de años, cierta parte de la carrera de
Educación terminada, y que eso le permite trabajar con el Ministerio de
Educación.
Cuando yo estoy por dejar la universidad, él hace la
gestión por mí y un día llego a la universidad y me dice: “Vea lo que le
tengo”, y me enseña el diploma. O sea, básicamente don Claudio fue el que me
graduó con ese diploma.
En 2004 hay una convocatoria del MEP reclutando
personal, ya yo tengo el título en la mano y me acuerdo de una categoría que se
llamaba “suficiencia”, una “suficiencia”. Entonces voy con el diploma ese al
concurso del MEP del 2004. Después del 2008 en adelante, la ULICORI comienza a
graduar un montón de gente en enseñanza de la música, pero en ese tiempo,
aunque ya existía ULICORI, en el 2004 no había la cantidad de graduados que hay
ahora, con tan buena suerte que con el diploma de suficiencia que yo tenía me
otorgan en ese concurso del MEP propiedad en la Escuela Ciudadela de Pavas,
donde todavía trabajo. Hay todo un catálogo de cómo el MEP asigna los puestos
en las escuelas y los colegios, y ese año asignaron un montón de propiedades,
con tan buena suerte que con el diploma que don Claudio gestionó por mí, me
otorgaron la propiedad. Así es como llego yo al trabajo que he hecho los
últimos 20 años: un maje que venía del metal, que había tocado para gringos en
Guanacaste, llegó a una escuela de Pavas a dar música…
Pavas es uno de los distritos más densamente poblados
del país junto con Desamparados. Hay demasiada gente, sobre todo en el sector
de Rincón Grande y Lomas. Si uno entra ahí, son alamedas y alamedas y alamedas
de casitas muy pequeñas, ahí hay un problema de apiñamiento muy grande. Tal vez
en esas casitas viven familias enormes, ha llegado mucha población nicaragüense
que viene a probar suerte a Costa Rica y ve en Pavas un lugar donde empezar y
se van quedando, porque ya los hijos que van naciendo ahí son ticos, esas
familias van quedándose en la zona y van regularizando su situación. Al lado
está también toda la parte empresarial; hay muchas zonas francas, varias zonas
industriales, entonces está todo eso revuelto, toda esa parte del hacinamiento
de las barriadas que eran precarios, las partes donde se otorgó vivienda
popular, hay algunos barrios más acomodados donde vive gente de clase media o
que tienen acceso a otro tipo de recursos, casas mucho más bonitas.
En las cercanías de la entrada al Hospital Psiquiátrico
hay un barriecito, el barrio Ciudadela de Pavas. Inicialmente la escuela no se
crea donde está ahora sino en el salón
comunal de ese barrio. Esa escuela tiene 70 años de fundada. Un tiempo funcionó
ahí, y en el 86, me parece, viendo que la escuela requería un cambio de
infraestructura, se trasladó a donde está ahora, que es camino a Demasa, por
donde está el Maxi Palí de Pavas, exactamente a la par del Liceo de Pavas. Creo
que esa propiedad pertenecía a la Junta de Protección Social; el MEP se apropia
de una parte de ella y en esa propiedad se funda primero el Liceo de Pavas,
luego la escuela Ciudadela y ahora, más recientemente, el Colegio Técnico de
Pavas. La matrícula de la escuela anda aproximadamente por 1100. Hay seis aulas
de preescolar que son de un CECUDI y están físicamente fuera de la escuela,
pero para efectos administrativos se toman como parte de la matrícula de la
escuela. Es una matrícula bastante alta; en el MEP se llama una “dirección
cinco”, la más alta.
El entorno de la escuela son barriadas, lo que
podríamos llamar vivienda popular, con una buena dosis de precarios. Algunos
terrenos que antes eran fincas fueron tomados por gente que llegó ahí y
establecieron precarios, en algunos casos lograron sacar a la gente y en otros
no hubo forma, entonces lo que se hizo fue tratar de proveerles mejores
condiciones, llevarles agua potable, llevarles electricidad y ese tipo de cosas.
Ahora son barriecitos más establecidos, como el caso de Libertad 1, Libertad 2.
Entiendo que esos empezaron como precarios y con el tiempo se les fue
regularizando.
Las escuelas de más adentro ‒por ejemplo está la escuela de Lomas, la escuela de Rincón Grande, la escuela de Finca San Juan‒, esas escuelas atienden casi solo a la población de ese mismo sector. La escuela Ciudadela tiene la característica de estar un poquito más afuera, en una parte intermedia entre gente que viene de los barrios populares, también gente de los precarios que no quiere mandar a sus hijos a las escuelas de esa zona y hacen el esfuerzo para sacarlos un poco de ahí, gente de Pavas centro, gente de Santa Catalina, que es un barrio mucho más acomodado. También hay otro barrio por ahí que se llama Danza del Sol donde también vive gente que tiene recursos.
En la escuela Ciudadela confluye gente de todos esos
barrios, en la misma aula tenés a chicos
que tienen acceso a Internet y a los recursos de investigación y a movilizarse,
y a otros que no tienen absolutamente nada, que vienen de la zona de los
precarios. Hay que jugar con eso y saber bien cómo manejar los recursos y las
tareas y las cosas para tratar de no dejar a nadie por fuera, porque pasa eso,
que hay gente que tiene y gente que no tiene en la misma aula. Eso lo va
entendiendo uno con el tiempo.
El primer año fue una locura. Yo había trabajado ocasionalmente
para academias como la Academia de Música Moderna o la Academia Promúsica dando
clases de bajo eléctrico y de guitarra, pero eran clases donde yo trabajaba lo
más con dos personas al mismo tiempo, con adolescentes que llegaban en una
situación completamente diferente a recibir clases privadas de música… ¡Pero
trabajar con un grupo de 30 alumnos nunca lo había hecho!
Ese primer año me dan las 30 lecciones que me tocaban y
me dan recargo: 45 lecciones con chicos desde kínder hasta sexto grado, tiempo
completo. Yo no tenía ni idea, salvo lo que podía haber visto en los cursos de
la U, que realmente no significa nada a la par de llegar a un aula.
Mi primer curso lectivo es en el 2005 y creo que ahí
hay algo ‒eso también tengo que mencionarlo, porque siento que para mí fue una
guía‒: en el 2005 nace mi hija mayor, Emma. Y en la vida yo he hecho cosas
que me han salido bien y otras de las que no me siento para nada orgulloso,
pero siento que la paternidad es algo que me tomé con bastante seriedad… No sé
si “seriedad” sea la palabra, pero lo he hecho con cariño, tal vez tal vez ése
es el asunto… Y da la casualidad que comienzo a trabajar en escuela primaria
con niños pequeños el mismo año que nace mi hija, y siento que una cosa nutrió
a la otra, siento que mucha de la relación que comienzo a tener con los chicos
en la escuela está teñida de ese cariño y de esa cosa paternal que comienza a
despertar la relación con Emma.
Fue un aprendizaje de prueba y error. De pronto yo
empiezo a hacer cosas, a la brava comienzo a ver que hay cosas que funcionan,
por ejemplo, con los niños pequeños pero con los más grandes, con los de sexto,
no hay forma de que eso funcione… Y así, a pura prueba y error, comienzo a
construirme un compendio de cosas: esto funciona, esto no funciona… Y
básicamente así es como lo he hecho en el camino…
También ‒hay que decirlo‒ conociendo a maestros más
viejos y muy capacitados, esa es una parte que tengo que mencionar, de la que
aprendí mucho en ese momento. La Asesoría Nacional de Música está dividida por
regiones. La región donde yo trabajo se llama ahora “San José Oeste”, pero en
ese momento San José era un solo sector, no se había hecho la división de ahora
entre San José Oeste, San José Central, San José Norte. Y hay un señor que se
llama José Ángel Álvarez, él hacía las tareas que ahora hace una asesoría, él
se encargaba de hacer ciertas reuniones o capacitaciones donde uno podía
conocer al resto de los profesores de música. Eso para mí fue muy importante,
ahí conocí a mucha gente que me ayudó muchísimo, gente con más espuela, con más
experiencia y con más estudios, con quienes comienzo a compartir material,
comienzan a pasarme cosas, planes, libros, direcciones de Internet… Y con la
experiencia que uno va adquiriendo trabajando directamente en la escuela con
los niños, siento que comienzo a entender realmente de qué trata el asunto.
Siento que esa etapa, del 2004 al 2009 más o menos, es
una etapa de aprendizaje. No siento que tuviera todo el conocimiento y todas
las herramientas como para decir que estaba cumpliendo con todo lo que el
trabajo requería. A partir del 2010 hay un cambio en esto, me siento con más
experiencia y ahí comienzo a aportar alguna cosa. Entonces comienzo a formar
ensambles de flauta, coro, estudiantina, la banda de percusión… Aunque la tenía
antes, ese año comienza realmente a sonar distinto…
Esto lo hicimos impulsados por un programa del MEP que
se llama Festival de las Artes, que es algo que en términos generales ha
aportado, porque a no ser los colegios especializados como el Castella (ese
tipo de colegios donde tienen una relación tan cercana con las artes), en las
escuelas públicas y colegios no tienen mucha relación. Por cierto, el FEA ‒como
se llama ahora el Festival Estudiantil de las Artes‒ es algo muy viejo.
Entiendo que esta es una idea que tiene tal vez unos 50 años de andar dando
vueltas en el MEP como Festival de la Creatividad y otros nombres. Estando yo en el colegio fui con la estudiantina a participar en un
evento de ese tipo, era lo mismo pero se llamaba diferente.
Aunque no es obligatorio, un poco “hay que ir”. Eso de
alguna forma impulsa a que la gente quiera participar o a que el director diga
a dedo: “Mónteme algo para que participemos”. Si esa plataforma no estuviera,
mucho de eso se perdería. A fin de cuentas se terminan haciendo proyectos y
cosas que uno se da cuenta muchos años después, cuando ya los estudiantes
adultos llegan y le cuentan, que son experiencias que se vuelven significativas
para muchos chiquillos, que los marcan. Ese festival fue lo que me abrió a mí
la puerta de generar una estudiantina en la escuela, de hacer un coro, de hacer
un ensamble de flautas… Eso me permitió explorar muchas cosas, aprender de
muchas cosas y también abrir esa puerta para que muchos chiquillos tuvieran
contacto con ese tipo de agrupaciones y poder ir a escenarios.
Entre las cosas que me dan orgullo, o sea, que recuerdo
con mucha satisfacción, está el ensamble de flautas. Con el tiempo descubrí que
es algo que me gusta muchísimo hacer. Consiste en un ensamble de flautas
dulces, pero de todos los tamaños, entonces la soprano, que es la que se usa
normalmente en la escuela, y las otras más grandes, el alto, el tenor y el bajo.
Se trata de escribir música a cuatro voces. Eso tiene una conexión con la
música coral antigua, pero en el contexto de la flauta dulce.
En el camino me voy dando cuenta que me gusta muchísimo
el ensamble de flautas, que de todas las cosas que hago en la escuela, es la
que más me llena, y comienzo a escribir mucha música para este formato y para poder
montarla, para llevar esa ejecución con niños de Pavas. Eran obras originales
en parte y también tocábamos acercamientos a cosas renacentistas. Me acuerdo
que en algún momento montamos una pieza bellísima de Joaquín des Prés, uno de
los de los compositores renacentistas más importantes.
Se me para el pelo ahorita, recordándome de eso, haber
tocado ese tipo de música, haberles
enseñado flauta desde no saber nada, introducirlos a que puedan tocar piezas
con la soprano, luego introducirlos a las otras flautas, luego al ensamble, al
trabajo de ensamble, y terminar tocando obras como esas, cosas de los
compositores españoles renacentistas, también algunas cosas sencillas de Bach (Bach
es muy complejo), todo eso a estos chicos que en su mayoría lo que conocían era
reggaeton y ese tipo de cosas… Que tengan conexión con esa música y que les
guste y que de pronto puedan tocar eso, eso es algo que me satisface
enormemente. He podido hablar después con algunos de ellos, ya salidos de la
escuela, y eso todavía lo tienen en la cabeza.
El ensamble llegó a sonar durante muchos años, desde el
2011 hasta el 2018. En 2019 yo
interrumpo para para ir a pasar un tiempo a Canadá con la familia, y después
del 2020 para acá, por la situación de la pandemia, ha sido muy diferente toda
la vivencia en el MEP, pero recuerdo desde el 2011 hasta el 2018 ese ensamble
de flautas realmente llegó a sonar muy bien, tan bien que ganamos el FEA todos
esos años seguidos… El tamaño del ensamble era bastante variable, pero
normalmente eran entre 15 y 20 integrantes.
El FEA se desarrolla por etapas: se hacía etapa
institucional, circuital, regional y después la etapa nacional. La etapa
nacional ya no es un concurso sino que es una muestra de trabajo, y durante
ese tiempo llegamos siempre a la etapa nacional.
Según el MEP, la flauta se comienza a usar con los
niños a partir de tercer grado. Eso es otra cosa, ahí tengo que entrar en otro
detalle. Antes del 2018 no habían nombrado en la escuela donde trabajo tantos
maestros de materias especiales, por lo tanto yo tenía la oportunidad de hacer
las 30 lecciones normales y también tenía recargo. Eso implicaba que yo podía
cubrir a casi toda la población de la escuela, entonces la secuencia lógica,
que es tan importante en la formación musical, era mucho más fácil para mí
tener esa secuencia, porque no había otras materias con las que compartir.
De algunos años hacia acá, se introduce educación física en la escuela,
educación para el hogar, y todo eso. Eso implica que hay que compartir la
cantidad de lecciones de materias especiales, y por lo tanto yo pierdo esa
continuidad que tenía antes. Esa continuidad fue la clave que llevó al ensamble
de flautas a sonar como sonaba, porque yo tenía a los chicos prácticamente
desde primero a sexto ininterrumpidamente, el proceso que seguía con ellos era
mucho más rico.
En tercer grado se comienza con la flauta, aunque desde
primero y segundo grado más o menos yo iba viendo, uno ha discriminado los
chiquillos que tienen más pasta para eso, que tienen un oído más fino, y cuando
en tercer grado se comienza a trabajar la flauta, uno va viendo primero a
quiénes les gusta, quiénes realmente disfrutan con el asunto de tocar, y
segundo, quiénes tienen también el ritmo y cierta disciplina para trabajar en
ensamble, para trabajar en grupo. Más o menos como en cuarto grado, cuarto, quinto
y sexto, yo comienzo a llamar a los chicos…
A no ser que alguien que yo no pensaba llamar me busque para decirme que
tiene interés, que quiere, entonces yo lo incluyo… Pero normalmente yo buscaba
a los estudiantes y les decía: “Vea, yo tengo un proyecto aparte donde vemos la
flauta con más profundidad y quisiera saber si usted quiere participar”, y le
escribía al papá, le mandaba una cartita al papá y normalmente eso redundaba en
que sí, el chico venía y participaba. Lo de los tamaños de las flautas tiene
que ver, ahí sí, con una cuestión física del tamaño del niño. A los más
pequeñitos se les asigna la soprano, a los que tienen las manitas un poquito
más grandes, puede ser una alto, y normalmente a los más grandecitos, tenor y
bajo, porque ahí hay una cuestión que tiene que ver con el tamaño de las manos
para tocar esas flautas.
Con el ensamble y con la banda hay que trabajar un poco
más de cerca con los papás. En el último tiempo yo no me he metido tanto con
eso, pero durante mucho tiempo hubo que coordinar con ellos la cuestión del
uniforme de la banda, de pronto también a mí me gusta, cuando me es posible,
sacarlos a tocar en actividades que no tengan que ver con la escuela, y eso
pasa necesariamente por coordinar con los papás, incluso hay que pedirles
ayuda. Hay maestros a los que tal vez no les gusta o no creen en eso, pero a mí
sí, me parece que tiene que haber cierta proyección a la comunidad. El año
pasado, por ejemplo, nos pidieron en diciembre si podíamos llevar a la banda a
tocar por las calles de Pavas, simplemente porque una organización comunal
quería hacer un desfile con el afán de hacer algo diferente y para que no se
diga que en Pavas todo es desgracia y desastre. No había otra justificación
para ese desfile más que hacer algo bonito por las calles de Pavas. Eso era muy
avanzado diciembre, casi fuera del curso lectivo, y eso implicaba coordinar con
los papás. Esas cosas son bonitas porque llega el papá con el hijo y vamos
caminando todos juntos, se va haciendo el desfile y van los papás a la par,
cerca de los pollitos, son actividades bonitas.
Cuando hay que llevar al ensamble de flautas a alguna
las etapas avanzadas del FEA, ahí también van los papás. No puedo decir que
todos, pero sí van bastantes a apoyar a los chicos. En esto del FEA una vez me
tocó llevar al ensamble de flautas a la última etapa, la nacional. Fue en el
Teatro Melico Salazar; eso fue hace muchos años y yo todavía me topo a los
papás de esa generación y a los chicos y es lo primero que recuerdan: “Profe,
¿se acuerda cuando fuimos al Melico?” Estaban todos impresionados de salir a
tocar en la tarima en el Melico… Ese tipo de cosas.
Siento que ha habido posibilidad de interacción con los
papás y algún vínculo comunitario, sobre todo con la banda y con el ensamble de
flautas. ¡Ah! Y un grupo instrumental, se me olvidó mencionarlo. Dependiendo de
los años y de los recursos, chicos que están en el SINEM (que tienen
instrumento y alguna formación un poco más especializada) hemos
podido hacer un grupo en la escuela, un grupo más grande, instrumental, como
una orquesta pop. Con ellos también
hemos salido a tocar. Montamos un repertorio pequeño, como de cinco piezas,
salimos a tocarlas y la gente feliz de ver a los chicos haciendo eso.
Han sido 20 años de trabajar en el MEP. Sobre todo en
los primeros años me daba por preguntarme si quería seguir haciendo eso el
resto de mi vida. Hay épocas en las que uno siente que no ve resultados y se
pregunta, se cuestiona. Todas das esas etapas se han ido sucediendo en el
tiempo.
Ahora estoy dándole clases a varios hijos de chicos que
fueron estudiantes míos en los primeros años. ¡Es súper bonito! Por ejemplo
--muy fresco lo tengo-- el viernes pasado me topé a una ex alumna en la parada
de buses con la chiquita; yo no sabía que esa niña era hija de mi ex alumna, y
le digo: “¡Uy! ¿Y esta niña es suya?” Y me dice: “Sí, profe. Esta es mi hija.
Más bien yo estaba toda contenta cuando le cambiaron Educación para el Hogar
por Música” (por unos cambios de horario que hicieron.) Entonces me dice: “Yo
estaba súper contenta cuando me dijo que le iban a dar música. Y digo yo: ‘¡Uy!
¡Le va a dar el profe que me dio a mí también, qué bonito!’” Me estaba
comentando eso ahí, en la parada de buses. Eso es algo muy bonito, se está
construyendo eso también, como una cuestión generacional.
Un aspecto importante fue que en algún momento se
estableció el equipo interdisciplinario de la escuela. A las escuelas de
matrícula grande les asignan un equipo interdisciplinario, que es un psicólogo,
una trabajadora social y un orientador. Ellos son los que atienden los casos,
por ejemplo, cuando hay que activar protocolos, cuando hay casos de abuso,
violencia intrafamiliar, autolesiones (que ahora se ve tanto)… Entonces por
ejemplo, si yo tengo una niña en el aula que estoy viendo que se corta con
una tijera, lo que una vez me pasó, por ejemplo, una chica de cuarto grado que
la vi en el aula cortándose con una tijera, inmediatamente tengo que ir al
equipo interdisciplinario y activar un protocolo… El equipo interdisciplinario
se encarga de darle el seguimiento, pero me tocó a mí hacer todas las
notificaciones y llenar todas las fórmulas... Ya después ellos le
dan el seguimiento al caso con el padre
de familia.
Al ser cosas que cada vez se van dando más
frecuentemente en la escuela, el MEP tuvo, siento yo que esa es la palabra, tuvo
que establecer una reglamentación y un montón de protocolos a seguir en diversas
circunstancias: armas, violencia, autolesiones, bullying… Todo eso ahora está
muy normado, muy reglamentado, sobre todo teniendo el servicio del equipo
interdisciplinario en la escuela. Hay toda una ruta; si pasa algo de eso usted
ya sabe qué es lo que tiene que hacer.
Siento que está bien que eso lo trabaje la gente más especializada: el psicólogo, el trabajador social, el orientador, porque eso tiene
que ver con un contenido muy fuerte de trabajo con la familia y creo que ellos
son los más indicados para hacerlo. Donde no hay ese servicio muchas veces le
toca al maestro, al director, verse con todo eso…
Sobre todo después de la pandemia, hay que decirlo,
siento que hubo un salto en el nivel de complejidad y de intensidad de este
tipo de problemáticas. Por ejemplo, los chicos juegan en la escuela de una
forma muchísimo más densa, más brusca, juegos mucho más violentos y con más
posibilidades de fracturarse, de dañarse. Hay mucha más agresividad, esa es la
palabra exacta, en todo lo que ellos hacen. También me parece que los casos de
chicos con problemáticas de identidad, cosas relacionadas con el género y todo
eso, después de la pandemia eso se disparó.
Por ejemplo, el año pasado (ya no está, porque terminó
el sexto grado el año pasado), pero había una niña. Su sexo biológico era ella,
y hasta tercer grado su comportamiento y su identidad eran de una niña normal:
peinadita, arregladita. vestidita como una niña. En cuarto grado muere su papá
y comienza todo un proceso de transformación muy fuerte y muy evidente, tanto
así que ya para cuando está en sexto grado ella se ubicaba completamente como
hombre: su trato, su vestimenta, el corte de pelo y la forma como interactuaba
todos sus compañeros era de un hombre… Se asumía completamente; hasta que en
algún momento nos dijo a los profesores que si le podíamos llamar con cierto nombre de hombre, que no
quería que utilizáramos su nombre de niña… Y junto con él… Supongo que es como una
onda que se expande, empezaron a salir otro montón de casos. Tal vez no tan radical como el cambio de
identidad, pero sí de decir: “No, es que a mí me gustan las chicas”, y se abrió
completamente una cosa a raíz de eso, muy fuerte.
Yo antes del 2018 realmente no recuerdo haber visto con
tanta claridad como ahora, por ejemplo, chicos que llegan con cuchillas y
amenazan con cuchillas; yo no había visto este tipo de amedrentamiento. También
el consumo de drogas se disparó. Este año eso curiosamente está más tranquilo,
la generación que se graduó el año pasado era mucho más dura en eso, era una
generación mucho más problemática, tal vez más conflictiva. En esa generación
del año pasado se sabía que había chicos que abiertamente tomaban las pastillas
para dormir de los papás que estaban medicados, las Lorazepam y todas esas
familias que terminan en “pan”, y usted los veía todos adormecidos, varias
veces encontraron gente fumando marihuana en los baños… Estamos hablando de
chicos de sexto grado, son escolares, tal vez alguna más grandecilla que le
había tocado repetir y estaba en
edad de colegio, pero volvemos a lo mismo: son estudiantes de sexto grado que
se encuentran en ese tipo de problemáticas, fumando marihuana en los baños o
con pastillas…
Desde el 2005 que empecé a trabajar hasta el 2011 en
que nace Gabriel, mi hijo menor, estuve combinando salir a tocar por las
noches, con la labor docente durante el día. Es muy fatigado hacer eso, sobre
todo en mi caso, porque en los primeros años no había otros docentes de
materias especiales y yo trabajaba con recargo. Era jornada de tiempo completo,
atender las cosas de la familia y en la noche salir a tocar: ¡extenuante!
El último grupo con el que toqué de esa forma,
combinando las clases con salir a tocar, fue con Sonámbulo Psicotropical,
y llegó un punto en que vi algo que no me gustó, sentí que estaba quedando mal
con el grupo, porque eran tantas las cosas en las que estaba envuelto, tantas
las cosas que hacía, que de pronto había compromisos con Sonámbulo que
no podía cumplir porque otra cosa se me atravesaba. Entonces el grupo
se perdía alguna actividad porque yo no podía. Empecé a ver eso y a sentir que
algo no estaba bien; tanto así que cuando nació Gabriel ya era tanta la
necesidad de mi presencia en la casa, con tres hijos pequeños (una de 6 años,
una de 3 y el recién nacido) que fue muy claro para mí: quiero tomarme una
pausa de salir en la noche a tocar y todo lo que implica la responsabilidad de
pertenecer a un grupo.
Del 2010, 2011, hacia acá, la actividad musical ha sido diferente: siempre trabajando como docente, pero no relacionado con grupos musicales. Más bien he hecho muchos trabajos de musicalización en el campo audiovisual, sobre todo con el documentalista Juan Manuel Fernández. Esa ha sido la constante que me ha mantenido componiendo. Siempre ha habido trabajo, ya sea para anuncios de televisión o para documentales, para algún cortometraje o incluso lo que llaman ahora largometraje documental o proyectos institucionales. Esporádicamente también toco, pero no tanto como un trabajo (como fue en esa época pasada de salir a tocar con grupos), sino esporádicamente salir, ya por gusto, a veces con mis hijos. Varias veces fui a tocar con Emma, la mayor, que toca flauta traversa y toca chelo también; con Aura, que toca violín muy bien, me ha tocado salir, pero ya como una cuestión más relajada y familiar. No sé ni cómo describir eso: hay una magia muy particular en salir a tocar con los hijos, es algo muy bonito. Ellos también me han ayudado eventualmente en la música para documentales. Esta posibilidad de que el vínculo musical se haya extendido a ellos y hacer trabajos con ellos ha sido lindísima, invaluable.
De cara al futuro hay una cosa que tengo muy clara. En
el MEP me gustaría ver si es posible gestionar una cosa que se llama un
“ascenso interino”, eso es guardar mi propiedad, pero ir a hacer otro trabajo
dentro del MEP. Me gustaría mucho ir a dar clases a secundaria, quiero ver
esa parte, porque la parte del montaje instrumental me gusta mucho, por ejemplo
lo que se puede hacer con el ensamble de flautas, con el grupo instrumental,
con la banda. Por cuestiones de la edad hay una limitación con lo que se puede
avanzar con los chicos de la escuela, hay cierto techo… Los chicos de
secundaria, aunque son mucho más difíciles en la disciplina y en la rebeldía,
tienen mucho más nivel, instrumentalmente hablando son capaces de hacer cosas
más complejas con los instrumentos y de entender la música a mayor profundidad…
Y me gustaría tener la oportunidad de ir a hacer eso, explorar esa parte con
gente de secundaria.
Como proyecto personal ahorita estoy terminando de
estudiar lo que en su momento no pude porque tuve la necesidad de entrar a
trabajar. Ahora que los chicos ya están grandes, que van siendo cada vez más
independientes, estoy terminando los estudios. Eso es algo que quiero hacer por
la mejora salarial que significa y sobre todo por la cuestión personal de
terminar algo que dejé a medio camino… Luego este asunto de trabajar en
secundaria para el MEP, me gustaría muchísimo. Y definitivamente quiero volver
a tocar ahora que los chicos ya están en sus cosas. Ahora que Emma ya está
haciendo su vida fuera de la casa y los otros dos van independizándose,
quiero volver a la labor de músico ejecutante, con la particularidad de que me
gustaría fundar algo o hacer algo donde pueda tocar toda la música que he
estado componiendo estos años. He compuesto mucho y eso es algo que me daría
inmenso placer en el futuro: volver a tocar, pero no cualquier cosa, sino hacer
un proyecto donde se pueda tocar música original y donde pueda tocar mis
composiciones.
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