La Uruca, San José
18 de marzo del
2024
Soy hijo de campesinos, con mucho orgullo. Nací en el año 1966, en Heredia... de una familia numerosa, siete hijos... con muchos costos para poder salir adelante y estudiar. Éramos una familia limitada económicamente. Nosotros crecimos en una casa de adobe, de piso de tierra. Y en ese mundo crecimos la mayoría de los jóvenes de mi barrio. Había tanta pobreza... mis padres, por ejemplo, anduvieron mucho tiempo descalzos. Incluso así se casaron. Yo también fui descalzo a la escuela, primero y segundo año.
Era otra época... Estaba terminando la corriente de la ayuda norteamericana de los años 70, esa política estadounidense para evitar la expansión del comunismo en América Latina... nos daban libros y uniformes. Y diay, de una u otra forma los que éramos de bajos recursos nos favorecimos. Nos daban cositas de comer en la escuela, y algunos insumos importantes para poder estudiar. Fue la primera vez que me calcé en la escuela, eran zapatos de hule.
Era la pobreza extrema, por eso se salía a
vacaciones en noviembre y se entraba en marzo, por las épocas de la cosecha del
café, que uno tenía la oportunidad de ganarse unos “cinquitos” que después se los dábamos a
los papás y con eso comprábamos el uniforme. Para entonces, el auge
industrial de Costa Rica no estaba tan fuerte y la mayoría de las personas de
nuestro pueblo trabajaban en el campo, sobre todo con el café. Y eso hacía que
fueran muy limitadas las alternativas, la pobreza abundaba. Mi papá limpiaba
los cafetales a punta de pala y mi mamá iba a regar abono. Cuando entramos a la
adolescencia era ir a regar, ir a cortar el café, sembrar el almácigo. Nos
prestaban unas propiedades para sembrar... era una pobreza disimulada. Y en la
época de Semana Santa había que ir a revolcar las ramazones de los cafetales para
sacar el poquito de café que quedaba y cuando se venían aguaceros medio locos,
y salía un poco el café seco, que estaba debajo de la tierra, nosotros lo
rejuntábamos para venderlo.
A pesar de la pobreza, encontrábamos ayotes,
chayotes, elotes por todo lado, por todos los cafetales. No se moría uno de
hambre, nunca faltaba la olla de carne, el arroz y los frijoles no faltaban, y
los campesinos, los que tenían un poquillo más, nos prestaban vacas, a nosotros
nos llegaron a prestar tres vacas para que las ordeñáramos. Y, a Dios gracias nuestros
bisabuelos nos dejaron una casa de adobe y ahí pudimos crecer todos.
Eran otras épocas... cuando yo tenía entre los 8 y los 14
años, las casas no tenían picaportes ni tenían verjas. En mi casa usted nada
más la empujaba. Ni siquiera había portón de cerrojo. Nadie se metía. No había
robos. Se parecía mucho al libro de Marco Ramírez: las “tortas”, las pozas,
llegar de noche, las mejengas en las plazas, era bellísimo.
Abundaban todavía mucho las historias
del Cadejo, el Padre sin Cabeza, la Carreta sin Bueyes y todas esas cosas
que nosotros las veíamos como ciertas. De hecho yo, dentro de mi… yo no sé si
sería mi fantasía o realidad, yo creo haber visto un duende. Una vez iba a
dejarle almuerzo a mi papá, a las 9 de la mañana, y de camino escucho que me
silba alguien en un cafetal muy largo -ahí no había casas ni habían peones- mi
papá estaba como a un kilómetro más adelante con otros peones. Yo tenía 9 años.
Mamá nos mandaba el almuerzo de papá en una alforja. Y de repente me silban. Y
yo volví a ver para atrás y era una cosa roja, pero un rojo que yo no he visto
ni en pintura. Era un rojo muy vivo. Se me quedó grabado. Era una cosa
chiquitita... me cogió como un frío, porque ya había escuchado esas historias.
Papá me contaba que él veía los duendes en el cafetal. Y que incluso habían
llegado a casa y eran muy dañinos, quebraban las ramas de café.
Tuvimos una gran suerte. En esa época
de los años 70, cuando estaba Asignaciones Familiares en su máximo apogeo, mi
madre tuvo la opción de concursar para cocinera de comedor escolar y la
contrataron. Y le dieron propiedad. Y a partir de ahí subió un poquito nuestro
nivel de vida porque mamá ganaba más que papá. Diay, los jornaleros siempre han
ganado mal, desde nuestra época hasta hoy, que es un pecado.
Yo digo que mamá no dormía... aquellas
noches terribles, no había lavadoras, y todos andábamos llenos de tierra...
lavar la ropa de todos a mano. Y muchas veces teníamos que ir a lavar al río
porque en aquella época el agua era una cosa muy esporádica y habían muchas
sequías. Entonces en estas épocas de puro verano, teníamos que ir a sacar agua
o traer agua a puro carretillo y con pichingas porque no teníamos carro. Fue
una época muy difícil para ella, porque mamá -además de trabajar- tenía que
hacer los almuerzos para cinco o seis, prepararnos las cosas para los que
íbamos a la escuela, al colegio, a papá hacerle los almuerzos, y después en la
época de recolección, a coger café en las laderas, llevando sacos muy pesados,
que hoy le han jodido mucho la columna. Crecimos en un mundo machista completo.
Tengo un sentimiento de mucho agradecimiento a mis papás porque, a pesar
de esa pobreza, criar siete hermanos, siete hijos...
Cuando mis hermanos lograron ir a la
universidad, que fue por ahí de la década de los 70-80, nuestras condiciones
comenzaron a mejorar. Económicamente, diay, no podemos decir que pasamos de la
pobreza a la riqueza, porque nunca la alcanzamos, pero sí mejoramos nuestras
condiciones de vida. Gracias a un estado, y sigo creyendo en esa política
estatal, de que al que menos tiene hay que ayudarle, hay que saber ayudarle. No
regalarle, pero hay que saber ayudarle. Cuando llegamos a los años 80, creo que
una gran cantidad de jóvenes teníamos conciencia social, espíritu de lucha. Ese
estado que llamamos benefactor, yo lo disfruté bastante. Creo que si no hubiese
sido por ese modelo de desarrollo, que se abrieron muchas universidades, muchos
colegios técnicos, un montón de escuelas, y los pobres pudimos ir a estudiar.
Eso nos benefició.
Para los 90 creo que se perdió
nuestra corriente educativa, se perdió. Empezaron muchos intereses económicos,
políticos, por ir privatizando nuestro sistema cultural. Yo le llamo cultural
porque era no sólo la educación, la literatura, los libros muy caros. En este
país no se puede leer, es muy caro. El arte es carísimo. Los insumos para
pintar son carísimos. Entonces uno dice… incluso hasta para hacer deporte. Si
uno quiere comprar artículos buenos para hacer deporte es casi inalcanzable. Se
han preocupado más por tecnificar las mentes a las personas que por abrirles el
espacio cultural, que es una riqueza. En los países más desarrollados mucho de
su desarrollo se basa en la cultura. En el pensamiento. En la producción
literaria, en el arte, y no sólo en la parte económica. Pero aquí ya no
interesa eso. Hoy, la educación se ha tecnificado de tal manera que ven
ciencias sociales como un atraso. Si pueden hasta le quitan lecciones.
Me gradué en la Escuela de San
Francisco de San Isidro. En aquella época, no es como ahora, era muy común que la
maestra y el maestro tuvieran mucha potestad, y lo que decían, se hacía. El
maestro hablaba muy duro, y hasta nos jalaban las mechas. Crecimos con cierta
autoridad, sí. De ahí pasé al Liceo Mario Vindas de San Pablo, ahí me gradué.
No pude asistir a la universidad, no
porque no quisiera. Quería ser abogado, quería ser doctor porque tenía la idea
de que siendo doctor le podía ayudar a mucha gente pobre, pero esas carreras
eran solo para gente elitista, solo las daba la UCR y de día. Pero mis
necesidades económicas eran tales que me tuve que meter a trabajar.
Nací con un cierto talento, desde
pequeñito me gustó mucho el dibujo y la pintura, y ya lo traía. Tengo un
hermano mayor, que sí es pintor profesional, él se dedicó a estudiar arte y da
clases y es pintor. Y yo lo seguí. Me ofrecieron ir a trabajar como diseñador
textil, sin títulos de nada. Simplemente que aprendí viéndolos. Hacía los
dibujos de las telas, las flores. Yo me especialicé mucho en el dibujo de las
flores. Era una empresa que se llamaba Tica Tex, estaba allá en la Rivera de
Belén, en la Asunción de Belén, y ahí trabajé cinco años.
Era una empresa japonesa, ellos una
vez me dicen: “Rubí, ¿y usted por qué no estudia en la universidad?” Es que no
puedo... la carrera de historia y la de artes -que era la que yo quería-, en la
Universidad Nacional y en la UCR era sólo en la mañana y en la tarde, y yo trabajaba.
Con beca tampoco, porque tengo que ayudar en mi casa. Y ellos me dijeron “no
Rubí, tranquilo, váyase a las 3 y viene los sábados a trabajar.” Y a partir de
ahí me abrieron la esperanza de poder meterme a la universidad.
Quise estudiar historia influenciado
por mi mamá,porque yo siempre veía a mamá leer, siempre tuvimos la dicha de
contar, todos los días, con un periódico. Y mi papá compraba “Escuela para
todos”. No podía comprar libros, pero había bibliotecas públicas en los
cantones. Todas las municipalidades tenían bibliotecas públicas y
ahí investigábamos y a partir de ahí digo yo, “quiero estudiar historia”. Pero
había poco mercado para el historiador. Si yo hubiese podido, me dedico a
estudiar historia porque era mi mundo. Pero cuando iba dándome cuenta de la
realidad, entonces me fui para la enseñanza de los Estudios Sociales, que era una
alternativa que también me gustaba, porque había tenido un profesor muy bueno,
Mario Vindas. Él me estimulaba mucho y eso me influenció. Una carrera de
horario nocturno que disfruté bastante. Y gracias a la empresa y a mis papás,
me pude graduar como profesional en la Universidad Nacional. Saqué la
licenciatura en Enseñanza de los Estudios Sociales y de Cívica.
Cuando estábamos en la Universidad
fuimos a hacer un taller como de 6 meses allá en Alta Talamanca. Una
experiencia bellísima. Esa experiencia durísima y bella. Creo que esa
experiencia de ir al campo, en una zona que era completamente desconocida para
mí, y, por así decirlo, un poco inhóspita o difícil de trabajar, por las
condiciones climáticas y por la lejanía del pueblo… Trabajábamos un poco con bribris y ngöbes. Era un pecado porque nosotros les estábamos enseñando en español. Y
eso se sigue siendo así todavía. Los valores que se ven, de las familias
ahí, eran y siguen siendo, muy diferentes a los de aquí. Gente que todavía
tiene un arraigo con el campo, unos ciertos valores muy bonitos de honestidad,
de trabajo, de humildad. Acá ya no… en las zonas urbano marginales no existe
mucho eso. Y hay que tener una cierta experiencia, o años de trabajo en el
aula, para poder entender cómo dirigirse a ellos.
Fuimos a hacer como un trabajo de
investigación de historia con las culturas precolombinas y entonces nos fuimos
a ver un poco nuestras culturas actuales indígenas y meternos en el sistema
educativo. No como profesores, estábamos ahí como observadores de lo que
sucedía. Al final terminamos dando clases también. Y fue una experiencia
también que me llenó mucho, porque valoré más de donde venía, mi tierra, y
también la de ellos, y comenzaba a observar lo injusto que es este sistema.
Injusto porque ellos deberían tener una educación mejor que la de nosotros, o
igual por lo menos, y no sucede así, abandonados allá en las montañas, ahí, y
sigue siendo igual. No ha cambiado mucho eso. De la última vez que fui, no ha
cambiado mucho en realidad. Esa visión de desarrollo que existe aquí, no me
gusta para nada. Cosas que deberían de mejorar a futuro...
Como a los tres años de haber sacado
mi licenciatura me llamaron de un colegio privado, María Auxiliadora en Paseo
Colón, y por dicha fue la primera vez. En el año 96 entré a trabajar en secundaria, hasta el día de hoy. Es un proceso de aprendizaje tremendo, cada día se aprende
más en educación. Para mí ha sido muy lindo y yo he disfrutado lo que es el
sistema educativo, no me equivoqué de carrera. Siempre me gustó.
En esa época la inversión que tenían
en esos colegios era admirable. Yo recuerdo que yo entraba al laboratorio de
inglés y la profesora estaba enseñando el Renacimiento en inglés, y éramos un
currículo integrado, la de español hablaba un poco, y yo iba hablando de
la historia del Renacimiento, y todos los estudiantes estaban en una misma
dinámica. Ese currículo integrado lo veníamos hablando en la universidad. En el
María Auxiliadora lo tenían, era maravilloso eso. Cuando yo llegué por primera
vez a dar clase, recuerdo, que muchos tenían las grabadoras ahí abajo en el
piso. Y yo me quedé asombrado, porque yo con costos tenía una computadora. Y en
el laboratorio todos con audífonos. Estamos en el año 2024 y un colegio como
este ni siquiera ha llegado a esto. Estamos hablando de 30 años de atraso.
En el María Auxiliadora estuve un
año. Al año siguiente ya me vinieron las ofertas de lo que sería la enseñanza
pública, ya estaba en concurso. Al María fui yo como bachiller, y aquí en el de
San Isidro de Heredia ya entré como licenciado, estuve 5 años de interino. El liceo de San Isidro de Heredia... bello. Para mí es de los
más lindos de Heredia. Y cuando a los cinco años, casi que tenía acceso a
alcanzar una propiedad ahí, por cuestiones políticas me reemplazaron, vino otra
persona en propiedad que tenía menos categoría que yo. Y por dicha ese mismo
año, 2021, me llegó el nombramiento en propiedad aquí en el Julio Fonseca
Gutiérrez.
Cuando me nombraron aquí, todo el
mundo me decía: “Rafa, ese colegio es puro León XVIII”. Diay, yo lo que
escuchaba de la León, porque no la conocía, son las versiones que le tiran a
uno por la prensa. Diay, me vine en bus a ver el colegio. Cuando yo iba pasando
por allá, que vi los barrios marginales, los tugurios, digo yo “ah caramba, se
me va a poner feo esto”, pero cuando ya después incursioné en este colegio, no era lo
que decían.
La población que viene de la León
XVIII aquí, y es cierto, son de muchos problemas contextuales, culturales,
económicos… Son buenos chicos. Tienen un comportamiento accesible. Difíciles
de… qué sé yo, tal vez de enseñar o corregir, porque tienen un contexto
socio-cultural muy pesado, y contra eso un educador no puede hacer mucho.
Habría que meter otros recursos, otros medios para ver si se puede cambiar la
perspectiva. Porque, diay, yo voy al presente y al pasado. Los jóvenes de aquí
tienen poca visión futura. Usted les pregunta qué quieren hacer en 4to y 5to año
y no saben. A pesar de que hoy tienen todas las posibilidades de meterse a un
celular y ver qué carreras imparten en tal lado. No tienen esa esperanza, como
dicen. ¡No tienen sueños! Además que no leen nada. La verdad, hoy los jóvenes
no leen. Y eso es un problema.
En el 2001 me moví un poco en
colegios nocturnos, estuve en el Jiménez Núñez, en lo que hoy es el Napoleón
Quesada. Ahí estuve un año. Un año estuve también en el colegio vocacional de
Heredia, en el nocturno. Eran clases interinas para completar, poquito.
También en el Manuel Benavides.
Cuando yo llegué aquí, ya venía con
una cierta espuela, ya tenía como 5 años, más de 5 años de dar clases en
sistema público. No venía tan ciego. Cuando me encontré acá con la realidad de
un mundo social que no era el que esperaba, de chiquillos buenos, me comencé a
encariñar poco a poco de la institución como tal. Nunca pedí traslado. Pude
haber pedido traslado para mis pueblos, allá, pero no lo hice, siempre creí que aquí se
podía aportar algo interesante. Hasta la fecha lo es, porque me he encontrado estudiantes
en la calle, doctores, abogados, salidos de la pobreza, y que de una u otra
forma me recuerdan. Cuando a uno lo recuerdan, yo me siento muy feliz. Cuando
te pasan al frente y ni siquiera te saludan es que no aportaste en nada. Yo
siempre creí que en la educación tiene que haber algo de orden, organización,
disciplina y mucho cariño.
Mi línea es disciplina y orden,
porque estos chicos necesitan competir al menos con las escuelas privadas para
poder llegar a ser buenos profesionales, alguien aquí les tiene que exigir. El
problema es ahora, en los últimos 5 o 10 años, este sistema educativo, será por
mi edad, yo lo considero muy errado. Se ha abierto mucho las puertas para
confundir al estudiante, que hoy cree que tiene más derechos que deberes. Y el
sistema se lo pone así. El sistema prácticamente le tira derechos pero no le
pone deberes. Y los problemas se le comienzan a hacer a los educadores. Ahora
cuesta mucho educar en un salón de clases. Tienen muchos problemas y no se
saben manejar en una clase. Y ahora ya no puedes disciplinar, con cariño eso
sí, porque te graban o te pueden demandar. Un chico no le gusta tu clase y te
puede joder perfectamente, y así está este sistema ahora. Si usted conversa
ahora con los jóvenes profesores de aquí, ellos le van a decir que todo mundo
se quiere ir. Nadie quiere trabajar en educación.
No hay una estructura centrada
en los buenos valores. No existen en el sistema educativo, al menos en esta
secundaria que yo veo, no están centrados los valores. No están, además, no
están ni en los currículos, ni en cívica, que está fortalecer valores. Esa cosa
de llegar temprano, de ser muy respetuosos…, la honestidad, social,
cooperativo, eso no se enseña en la educación ahora.
A usted le tiran un montón de teoría
y esa teoría es imposible llevarla a cabo en un aula. Hoy tenemos grupos de 30.
Seguimos en los sistemas rudimentarios, arcaicos, de grupos de 30. Y si pueden,
35. Y más de eso, estudiantes de adecuaciones significativas -ese es un trabajo
muy pesado-, y a veces uno tiene dos, tres en un aula. Y no debe ser así. Si
bien es cierto que dentro de las relaciones humanas ellos tienen los mismos
derechos que nosotros, y todos lo entendemos, pero entonces que el Estado
aporte el apoyo para que ellos puedan realmente educarse como la mayoría. Y no
es cierto. No pueden, porque nosotros no somos educadores especiales. Lo que
agregamos es corazón. Pero ellos necesitan mucho tiempo con un profesor. Este
sistema está completamente ajeno a la realidad. Está muy lindo, está planteado
desde el corazón, que todos somos iguales, pero eso no es cierto. No se puede
educar igual. Echarlos a la guerra simplemente para ahorrar... Decisiones de
escritorio, les llamo yo.
Otra cosa: antes venían las barras de
la León XIII y los de La Carpio, se encontraban ahí afuera y eran pleitos y
ellos mismos se metían aquí. Chicos de aquí pertenecían a esas barras. Se fue
como acabando. Yo no sé si tendría que ver ese muro que pusieron ahí.
Hay que tener en cuenta el problema del envejecimiento de la población, los pocos hijos por familia. Es uno por familia o dos. Antes tenían los 3 o 4 hermanos. Me imagino que eso también tiene algún impacto. Ese es uno de los problemas que a los educadores les está doliendo mucho, porque el Estado sigue apretando para achicar recursos y sigue despoblando el sistema educativo para los profesores. Ahora es un pleito, cada vez que venimos acá no sabemos si vamos a tener el tiempo completo. Este año nos costó un montón, dos meses o un mes entero esperando a ver si íbamos a tener 44 lecciones. Y todavía hasta ahora, hasta ahorita se están completando. Cada año se nos torna difícil, ya se fueron 3 o 4 profesores porque ya han sido desplazados. Cada día hay menos estudiantes y eso implica menos trabajo para los docentes. Y el sistema no se acomoda. Adaptémonos a la realidad. No. Más bien, si usted, depende de la gente que tenga en supervisión, le piden a los directores que metan 30-35 por aula. Todo por ahorrar.
Y si usted va a un colegio y ve esos
enormes gimnasios, uno dice “qué lindo colegio”. Pero
uno llega aquí y ve un gimnasio todo desmantelado. A los chiquititos yo los veo
cuando los traen a visitar aquí el colegio, ellos lo primero que buscan es el
gimnasio. ¿Dónde está? No está. Entonces es un factor para que no vengan
acá. Es la DIE y el Estado que no sé cómo giran. Porque es extraño. Pasó
una generación entera sin ver un gimnasio.
Nos han dejado huérfanos. Ahora
esperemos que esta inversión que están haciendo aquí, que sospechamos… algunos
nos atrevemos a sospechar que esto va para hacer una regional. Porque a este
colegio cada día le va descendiendo la población. No entiendo cómo hacen
primero un muro, cuando lo que nosotros necesitamos es cultura también. Un
gimnasio que nos sirva para todo. Para recibir la gente, para hacer los actos
cívicos, que la gente se sienta orgullosa de tener un colegio así. Nada.
Desde que se fue nuestra compañera de Estudios Sociales el año anterior, a estas alturas necesitamos dos profesores
de Estudios Sociales. Ya estamos en marzo y no han nombrado a
nadie. Entonces uno dice ¿en qué estamos? Cuando el
sistema debería ser muy rápido: ¿se fue esta persona? Vámonos, viene esta
otra.
Todavía nos siguen atrasando salarios. Y en este sistema educativo, al profesor se le paga muy mal, no tanto el salario, sino en la forma. Nosotros tenemos que comprar las computadoras, tenemos que comprar todos los materiales que se usan en un aula. A nosotros nadie nos da pero ni un pilot, al menos aquí. Todo lo tenemos que comprar y eso no es ningún aliciente para uno, el salario hoy ya está muy recortado. Tenemos una compañera nueva, acaba de entrar aquí con tiempo completo... Nueva, y ya gana más que yo. Yo tengo 27 años de dar clases, ¿cómo es que el Estado incentiva un modelo así? Va en detrimento de toda la gente que tiene años de trabajar, ¿Cómo va a ser posible que una jovencita llegue a ganar más que usted, teniendo los mismos títulos y apenas un mes de trabajar? ¿A quién se le ocurre eso? A políticos que están fuera de la realidad. Uno se desmotiva todo con justa razón,
El hecho de habernos quitado las
posibilidades de poder ir a protestar, porque los educadores íbamos a huelgas,
exageradas muchas, y vacías un montón, pero íbamos a huelgas, a veces no tanto para defender nuestros intereses, eran los intereses de la población. Cuando
íbamos a las calles era para pelear por salarios justos y un montón de cosas no
sólo de nosotros, de todo el mundo. Y al cortarnos esa posibilidad -porque la
cortaron drásticamente-, yo sabía que vendría todo este reajuste de cosas que se
están haciendo ahora. Primero había que apretar, había que meter un sistema de
parar huelgas y protestas, y después de ahí viene todo un proyecto, el acabose
de los educadores. Ahí está.
Ahora me toca jubilarme. Fui a hacer las vueltas, y ya estoy en eso, y nosotros los últimos, los que
estamos ahora, nos vamos con en el 55% del salario. Eso si, no tengo deudas. Nosotros todavía tenemos unas ciertas garantías cuando nos vamos
porque tenemos un ahorro fuerte en Caja de Ande, y no tenemos deudas. Y uno
dice, diay, me alcanza para cierto tiempo. Pero el que no tiene nada de eso, se
pensionan con la mitad, ¿cómo va a vivir así en un país tan caro como este?
Este sistema educativo está
saturado y las universidades siguen graduando sin ningún control. Deberían de parar esto, hay demasiados profesionales educadores sin
trabajo. Ahora las universidades proliferan como pulperías. Usted saca un
título ahí en un año, una carrera. Es peligrosísimo. Pero diay, existen.
Entonces hay muchos mecanismos que están desmotivando al educador.
No veo nada halagador
el sistema educativo en estos momentos. Veo muchos
jóvenes que han venido a hacer prácticas aquí y están sin
trabajo. Antes había pruebas de bachillerato y se ponía un taller en la
casa y ahí llegaban un montón de chicos… pero ahora no, ahora en los sistemas,
incluso los sistemas de exámenes nacionales y esas cosas, pasa todo mundo. Este tipo de pruebas comprensivas que nos están aplicando son una
especie de diagnóstico que hacemos los educadores todos los años. ¡Nos quitan 15 días de tiempo de clases, no tiene ni pies ni
cabeza! Llegan y se sientan y nada más les ponen nombre y lo entregan. Y uno
dice, entonces ¿para qué estamos perdiendo tantos recursos, qué sentido tiene
eso? Para luego decir a los profesores “mire, el 100% de estudiantes no tiene
ningún conocimiento”. Les meten materia de noveno, les lanzan un examen y por
supuesto, a usted le dicen “no vale puntos” ¿Para qué? Ni les interesa, no lo
tocan. Y después ¿a quién tallan? A los profesores. Usted es el culpable,
ustedes son los culpables de los rendimientos académicos, según ellos eso es
rendir.
Sólo en sétimo hay como unos 32
estudiantes con adecuación. Para cada uno de ellos hay que hacerles un trabajo
más o menos específico. ¿Quién hace eso? Y te lo piden, y tenés que entregarlo. Usted no está ni siquiera contento porque tal vez no tiene
ni las lecciones completas y te dicen “tenés que hacer esto”. Es parte de
nuestro trabajo, sí, que a nosotros nos daban dos meses de vacaciones, sí, pero
eso no completa lo que uno hace como educador. Nos están dejando mucho al
margen de lo que sucede. Aquí hay chicos, y ahora tenemos un caso feo, ahí sin
hablar de nombres. Hay un chico que le dijo a un profesor o a una profesora “te
voy a matar”. Y lo ven como si nada. Y uno dice, caramba, a mi me dice un chico
eso y en esos contextos, yo hasta me pongo a pensar, ay Dios mío, yo no salgo
de aquí… Pobrecitos, un profesor y una profesora, tuvieron que ir a la Alcaldía
a poner la denuncia por aquello, porque diay, un chico de acá que te diga eso
no es nada halagador. Verdad, gente que se mueve en círculos de sicariatos, y
que te digan eso. ¿Cómo cree que trabaja uno? Y está sucediendo en muchos
colegios. Hay mucha libertad del portón para acá.
¿Qué hace usted cuando tiene en una clase 30 estudiantes y cinco te están desbaratando la cosa? Diay, tenés que llamarles la atención, con educación, sí, pero estos chicos, la mayoría no acceden a que se les hable con educación, te siguen haciendo igual o se burlan de usted porque lo ven muy suave. Si usted les sube un poquito el tono... Y Dios guarde una chica llegue y te abrace, porque muchos chicos llegan y te abrazan con cariño, y yo los veo, a uno llegan y lo abrazan y ¿cómo hago yo para quitármelos? Llegan, “¡profe!” y lo más natural de un joven cuando le tiene aprecio a un profesor, te ven en eso y te toman una foto, y se fue. Usted está solo aquí con una estudiante y alguien te toma una foto de allá y te pueden decir un montón de cosas, y se fue.
Habrá que preguntarle a los docentes cómo se sienten hoy. Yo ya me quiero ir, estoy muy cansado. No puede ser que uno esté con el interés de dar clase y todo el mundo se esté proyectando una idea de que en cualquier momento te pueden joder, te pueden sancionar, incluso hasta perder el empleo. Es terrible. O sea, así como está el sistema en este momento, no está funcionando ni para los estudiantes ni para los docentes. Todos tenemos derecho a educación, pero tiene que haber un control, se nos está yendo de las manos. Yo no sé si es que estoy equivocado, pero se nos está yendo de las manos. La familia no tiene control de los hijos, en las instituciones queremos tener el control pero no lo permiten. Aquí vive uno hoy muy tenso. Yo salgo de ahí y lo primero que vuelvo a ver es para todo lado. En cualquier momento se manda con una moto y ¡pla! le meten un balazo. Es que así es el mundo del sicariato y por una cosa de esas te pueden matar. Ya no solo te matan por plata, simplemente porque caes mal y ¡pla! ¿Cómo va a estar uno tranquilo?
Yo veo que el sistema educativo no
tiene rumbo, los ejes de conducción y todos los ejes curriculares no tienen rumbo, no se sabe qué es lo que quieren formar. Como
hipótesis, yo veo que lo que quieren formar es una sociedad no pensante. Que no
tenga análisis ni tenga crítica de lo que sucede. Todo lo han ido quitando. Y
eso no se vale, las personas deben tener acceso a la comunicación de todo tipo.
Esos currículos para mí no tienen sentido, bailan por todo lado, no hay un objetivo
concreto de qué es lo que quieren de nosotros. ¿Qué es lo que quieren de un
joven, realmente? Quieren que un joven sea crítico, sea analítico... Ahí usted
ve las introducciones de todos los programas y qué lindo suena, pero cuando uno
viene aquí esa no es la realidad. Eso no es eso lo que se está proyectando y
usted no lo puede hacer tampoco. Y se suspenden las clases a cada rato porque aquí
falta mucho el agua. Y vienen exámenes la otra semana y usted dice ¿cómo hago
un examen si no tengo materia?
Y también... aquí no hay una soda,
comen nada más los que son becados, y no pueden comer los otros. De los 600 comen como
400 o 300 y los otros 300 aguantan hambre. Muchos no tienen becas porque
no se las dan, no se las dan. Ellos me dicen
“profe qué hambre me tengo” y digo ¿por qué no va al comedor?, “es que no tengo
beca y solo los que tienen beca van”. Vea que se está mal, que hay un chico de
décimo que tiene beca y la hermanita que está en octavo no tiene. ¿Quién va a estar en un
sistema educativo de las 7 de la mañana a las 4 de la tarde aguantando hambre? La mayoría vienen hasta sin desayunar, porque los papás y las mamás desde las
6 de la mañana van para el trabajo. Es muy triste para un profesor ver a un
chiquito que no puede ir a comer, es triste, y diay no sé si eso sucede en
otros colegios pero aquí está pasando. No hay presupuesto. Y a duras penas creo
que ahí van haciendo lo que pueden…
Aquí la parte sociocultural es
difícil. Encontrar un estudiante que llegue aquí a las 7... Si alguien te entra
y te dice buenos días es un milagro. Y esos que te dicen "buenos días" generalmente son hijos de nicaragüenses -vea qué interesante-, porque son hijos
de campesinos. Aunque sea en su pobreza vienen y te saludan, porque
tienen esos principios que uno tiene en el campo. Pero la mayoría te entra
¡fla! para adentro. ¡Nada!
Mentalmente me siento muy cansado. Cuando me pensione... continuar con lo que siempre quise, que es la pintura. Yo si me meto a pintar es para ir con mi hermano a pintar al campo. Pero, aunque usted no lo crea, el sistema de pensión es tan bajo, yo lo estuve calculando. Gracias a Dios creo que todavía me siento estable físicamente y emocionalmente, pero tengo ganas como de meterme a un negocio, como de comidas, algo chiquitico, pero mantenerme activo. Ir a pasear, que es mi mundo, porque, diay, no lo hice chiquitito, ahora por lo menos, si Dios me da la oportunidad de poder aunque sea hacer un viaje a Europa… Ya no quiero trabajar más en educación, no quiero extender más. Además de darle campo a otros jóvenes que vengan a trabajar. El sistema debería ser así: en el momento en que usted llega a la pensión -justa, eso sí-, vamos a darle campo a otra persona.
Siento que he aportado un poquito a formar buenas personas. Mi materia como tal lo permite. Creo que uno como educador, ya cuando tiene años de carrera y de experiencia, uno sabe que es más importante promover a un buen chico a que se aprendan un montón de materia. En el camino me he encontrado jóvenes que se han convertido en buenos profesionales. Son buenas personas. Y ese es el objetivo que tiene que tener para mi la educación, hacer buenos ciudadanos, ojalá críticos, ojalá y si tienen que ir en contra del sistema también. Yo lo he logrado en algunas partes de mi carrera. He metido mis cuñitas. No se trata de que piensen como yo, sino que piensen como personas inteligentes que son, como seres creativos, y que no se dejen enajenar o reproducir por quien quiera, que tengan esa libertad y que se conviertan en buenos profesionales con un sentido práctico, aportador a la sociedad. Yo creo que lo he logrado con muchos, y eso me llena. Si me jubilo, me voy contento porque creo que estudié una carrera que traté de hacerla lo mejor posible, aprendí de los estudiantes mucho y me voy con esa convicción de que mi trabajo fue hecho con profesionalismo.
Pero también me voy muy triste porque el sistema educativo no está cerrando bien, no es halagador, yo lo veo muy incierto. Es más, yo veo hasta que tecnológicamente van a desplazar a los docentes. Este sistema busca cada día quitar presupuesto al sistema educativo, los colegios se están cayendo, las escuelas se están cayendo... Incierto, sin rumbo, muy agotador. Muy esclavizante, no es nada bonito, no es nada halagador. Y creo que muchos piensan así.
Los docentes deberían tener un espacio
para que puedan realizar trabajo de campo en el aula y puedan escribir,
fundamentar lo que ven, lo que observan, porque sólo así se puede mejorar un
sistema, a partir de las experiencias de los docentes en lo que dejen escrito.
¿Qué es lo que pasa? Que lo único que hay de eso es cuando estuvimos en la
universidad, hicimos un proyecto, fuimos a las aulas y observamos y de ahí
montamos una tesis. Si a usted le dieran un chance o una oportunidad de,
qué se yo, un espacio, unas lecciones para que usted construya, investigue y
usted produzca, creo que daríamos un aporte importantísimo, de valor
práctico.
Uno lee los contextos educativos, las introducciones de los programas y dice “qué bello”. ¡Qué bonito que fuera real! Pero no lo es. Si uno tuviera solo 10 estudiantes yo sabría dónde viven, qué comen, cómo se llaman sus papás y cómo se llaman sus hermanos. Eso es imposible para un profesor con 200 estudiantes. Por eso es que los educadores responsables no dormimos. Usted está escuchando el problema de fulana de tal, que tiene mucha hambre, que mi papá me pega. Y caramba, uno los ve como hijos de uno, entonces se te graba, porque usted llega a querer tanto a sus estudiantes que eso se te pega en el corazón. Entonces un educador sufre. Y es imposible, ¿cómo hago yo para tener 200 de diversos niveles y diversas problemáticas y con grupos tan cargados? Si me ponen grupos de 10 y 15 yo puedo manejar, corregir, ayudar.
A usted le dicen que uno tiene que
llamar a los papás, que tengo que
llamar papá por papá, por lo que estoy viendo, que si está faltando mucho a
clase, tiene problemas,,, Pero ¿en qué momento lo hago? Si yo
salgo de aquí tengo que ir a la dirección, pero no puedo usar mi teléfono,
porque es prohibido. Voy a la dirección para que me presten el teléfono para
llamar a la mamá de fulano de tal. No lo puedo hacer durante el curso lectivo
porque si yo salgo de aquí y los chicos están aquí y pasa algo dentro de mi
aula, ese problema lo tengo yo. Entonces no hay un espacio. Dicen que tengo que
llamar pero ¿de dónde? ¿cuándo? No tengo cómo salirme de aquí para ir a llamar
a un papá. Entonces el sistema es muy injusto, no es bonito, antes era como muy
distinto, y yo creo que deberían haber especialistas de la educación que se
encarguen de esos trabajos.
Esos son los orientadores, pero debería haber más. Pero el trabajo que hacen no es ese, el trabajo que hacen es administrativo, y a veces no van ni a clases. El orientador es el que debería estar en las aulas, en su lección que tiene, y enseñar un poquito de esto que estamos hablando, para que el chico se sienta un poquito mejor y le corrija y pueda decirle al orientador “vea, me pasa esto”. Yo desearía pero no puedo, no puedo. No hay psicólogos y son necesarios, debería de haber un equipo interdisciplinario. El Estado nos pide una cosa pero no podemos hacer nada porque estamos atados de manos.
Me faltaron muchas cosas por hacer, aprender mucho de la tecnología moderna para llevarla a las aulas. Pienso que la educación tiene que cambiar, tiene que ir mucho a la parte de la tecnología aplicada, pero tiene que resguardar mucho a crear un sujeto consciente, crítico, que ya se perdió. Tenemos que tener un sujeto crítico que pueda decidir su mundo y pueda analizar su sociedad para cambiarla. Se está formando un sistema muy pasivo, permisivo, creo. Ciertos grupos poderosos están contentísimos con este modelo porque cada día el estudiante es menos crítico. El sistema lo está logrando a propósito, yo lo veo así: hay un proyecto de no crear un sujeto consciente y social, crítico.
Me voy satisfecho; si Dios me lo permite, estaré aquí todavía el otro año. Creo que hice lo humanamente posible en mi trabajo.
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